Hace noventa años Pío XII vino a Teror

Al Puerto de La Luz arribó en el barco “Conte Grande”, finalizando el mes de octubre de 1934. Su intención era pasar en tierra el menor tiempo posible.

José Luis Yánez Rodríguez Martes, 29 de Octubre de 2024 Tiempo de lectura:
LLEGADA DE PACELLI A TERORLLEGADA DE PACELLI A TEROR

Eugenio María Giovanni Pacelli nació en la ciudad de Roma en 1876, en el seno de una familia relacionada desde tiempos inmemoriales con el servicio del Santo Padre. Su progenitor, Filippo Pacelli, era el decano del colegio de abogados del Vaticano. Después de una estricta formación y preparación fue ordenado sacerdote el año 1899. Posteriormente comenzó una carrera tenaz y constante de ascenso en los intrincados vericuetos del poder vaticano -ya en 1917 era designado Nuncio en Baviera y arzobispo titular de Sardes- que culminó con su nombramiento en 1920 como primer Nuncio ante la República de Weimar, donde años de trabajo dieron su fruto en 1929 con la firma del Concordato con la Santa Sede.

 

Todo ello, unido a su estricto sentido de la responsabilidad y del trabajo, hizo que Pío XI le nombrara Cardenal y secretario de Estado del Vaticano, lo que le obligó a retornar a Roma.

 

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Posteriormente, su nombramiento como Legado Pontificio le terminó de colocar en un lugar privilegiado en el círculo de confianza del Papa.

 

En estas circunstancias, cuando en 1934, con una Europa expectante por el ascenso de Adolf Hitler, que ya controlaba Alemania tras la muerte de von Hindenburg ese mismo año; se acordó celebrar el Congreso Eucarístico en la ciudad de Buenos Aires, quedaba claro que la representación vaticana en tan importante evento no podía ostentarla otra persona que el cardenal Pacelli.

 

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La elección de Buenos Aires se debía al agrado con que el Vaticano acogía la reorganización eclesiástica encabezada por el Cardenal y Arzobispo de la ciudad, Santiago Luis Copello, así como el apoyo que éste recibía del estado argentino, presidido entonces por el coronel Agustín Pedro Justo.

 

El Congreso se inauguró el 10 de octubre de 1934, y ese mismo día Pacelli recorrió las calles bonaerenses en olor de multitudes, en coche descubierto y acompañado del presidente de la República. Después de cuatro días de sesiones, y con la asistencia de más de un millón de personas, el cardenal clausuró el Congreso oficiando una misa e inaugurando el monumento conmemorativo: una cruz de 35 metros de altura entre las calles Dorrego y Alvear de la capital argentina. Luego partió de retorno a Italia.

 

Al Puerto de La Luz arribó en el barco “Conte Grande”, finalizando el mes de octubre de 1934. Su intención era pasar en tierra el menor tiempo posible. Estaban recientes los sucesos de la “La huelga general revolucionaria en España de 1934” y el miedo se palpaba en el aire. El 4 de octubre se había decretado una huelga general que en Asturias terminó por transformarse en una verdadera rebelión armada en la que durante dos semanas se vivió bajo una suerte de estado revolucionario ajeno al Gobierno legal.

 

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Aunque a fines de mes todo estaba controlado, Pacelli se mostraba remiso a consentir las muestras de bienvenida con que los grancanarios querían obsequiarle y tuvo que ser necesaria la intervención de Agustín Graziani, italiano afincado en la Villa, para que aceptara la propuesta de subir a Teror envisita a la Patrona de la diócesis. Agostino Graziani Calderoni había nacido en 1888. Llegó a nuestra isla en 1913, como auxiliar de un dentista; pero le gustó tanto nuestra tierra que volvió a Italia y casado con su compatriota Blanca Rosa Patarga inició ya al año siguiente el resto de su larga vida, ya afincado en Gran Canaria. Dedicado a la odontología, su profesión, se trasladaba con frecuencia desde la capital por los pueblos de la isla, pero sería la Villa de Teror la que desde un primer momento le enamoró y le decidió a tener casa en alquiler en ella, para las vacaciones familiares o periodos de reposo y descanso, que poco a poco le relacionaron con toda la vida social y cultural. Recientemente lo hemos recordado por el fallecimiento se hija, la genial artista Yolanda Graziani.

 

A la Villa llegó Pacelli e3l 29 de octubre de 1934 con las calles repletas de terorenses que no paraban de vitorearle; subió al Camarín de la Virgen, oró, pasó a disfrutar de un corto descanso en el Palacio del Obispo y partió rápidamente hacia la ciudad de Arucas.

 

Aquella misma tarde salía del puerto de La Luz.

 

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Semanas después, en declaraciones al periódico L’Osservatore Romano, dejó clara la profunda impresión que la visita le había producido.

 

Las pocas horas que pasé en la capital canaria me dieron ocasión de sentir de cerca el aliento de la verdadera alma de España católica. Ante el altar de Nuestra Señora del Pino, imagen milagrosa de un santuario veneradísimo, he puesto mi plegaria por las grandes ansias de la Iglesia y de España católica. En la breve hora que pasé allí, pude percibir el entusiasmo devoto y apasionado de la multitud”

 

El 2 de marzo de 1939 el Cardenal Eugenio Pacelli era elegido sucesor de su benefactor. Por respeto hacia él eligió su mismo nombre y S. S. Pío XII rigió los destinos de la Iglesia durante 19 largos y convulsos años, cargados de hechos desgraciados para la historia de la Humanidad.

 

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La fachada de la Basílica guarda el recuerdo de esta visita en lápida y cristalera; y en la Fiesta del Agua de 1956 un solemne acto con previo acuerdo municipal, modificó el 28 de julio el nombre de La Alameda. Aunque no mucha gente la llama por ese nombre, desde aquel día y con la colocación de la lápida que aún puede verse en la fachada del Palacio Episcopal, la Alameda terorense pasó a denominarse Plaza Pío XII; así como posteriormente el Centro de Mayores que allí se ubicó.

 

José Luis Yánez Rodríguez

Cronista Oficial de Teror

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