La plaga de langosta de 1954

"... fue siempre razón de temor para el campesinado del país porque en pocos días acababa por completo con toda la vegetación asegurando una absoluta hambruna por mucho tiempo..."

José Luis Yánez Rodríguez Sábado, 26 de Octubre de 2024 Tiempo de lectura:
Plaga de langostaPlaga de langosta

Si nos aflige la guerra/si el campo se esteriliza/ si la hambre, la langosta/ y el contagio nos castigan/ Miremos para esta Estrella, invoquemos a María”

 

Así se implora en los “Afectos Devotos” de la Novena a Nuestra Señora del Pino en Teror desde que en 1782 la compusiera el Prebendado de la Santa Iglesia Catedral de la Diócesis de Canarias Fernando Hernández Zumbado, dando a este insecto devorador su categoría de tragedia en toda regla para las islas.

 

La cigarra berberisca, como también se le llamaba, fue siempre razón de temor para el campesinado del país porque en pocos días acababa por completo con toda la vegetación asegurando una absoluta hambruna por mucho tiempo.

 

Desde la del año 1646 fueron varias las veces que los grancanarios llevamos la Imagen de Virgen del Pino en rogativa a la ciudad (1659, 1758, 1779) cuando llegaba el bíblico azote de la langosta desde las tierras africanas.

 

El archipiélago ha sufrido 85 plagas de langosta desde el siglo XVI, siendo las más dañinas las de los años 1659, 1811, 1908, 1932 y 1954. Este año, la Virgen del Pino bajó a la capital del 28 de marzo al 11 de abril con motivo de las Misiones de los jesuitas y misioneros del Inmaculado Corazón de María. La langosta llegó seis meses más tarde.

 

A veces, cuando la Virgen no intervenía, se hacía necesario el ruego a otros intercesores. En 1659, Nuestra Señora del Pino bajó del domingo 26 de octubre al 9 de noviembre por la langosta y a petición de los vecinos y labradores. Tal como señalan Ignacio Quintana y Santiago Cazorla en su Obra “La Virgen del Pino en la historia de Gran Canaria”; la plaga de langosta continuó casi un año más “y el sábado 3 de abril de 1660, no estando ya la Virgen del Pino en la ciudad, mandó el Cabildo que después de completas, mañana domingo se irá de esta Catedral a la Ermita de San Roque con toda solemnidad a que asistirá su Señoría, y se vestirá de pontifical en dicha ermita y saldrá a vista de los campos y los bendecirá y conjugará la plaga que infesta”

 

Asimismo, Sergio Aguiar cita en uno de sus trabajos sobre la presencia de la fiebre amarilla que conjuntamente con la plaga diera lugar en 1811 al Voto de Vergara a Nuestra Señora de Guía; a Francisco María de León que en la “Historia de las Islas Canarias 1776-1868” señala como no siendo bastante la peste y la escasez de alimentos “vino a agravar nuestros males la plaga de la langosta o cigarra, funesto presente que por tantas veces nos han hecho los inmensos y vastos desiertos africanos. Cubrióse enteramente el cielo de la isla, por los últimos meses de 1811, de innumerables millares de millones del destructor insecto, en tales términos que obscurecieron el sol…, y que ésta arrasó no sólo los recientes sembrados”

 

Isidoro Romero Ceballos en el “Diario cronológico histórico de los sucesos políticos e históricos de esta isla de Gran Canaria (1780-1814)” nos documenta sobre aquel mes de octubre en que “con motivo de los muchos días que reinaron los vientos del sudeste, aportó tan prodigioso número de cigarra berberisca en las costas del este, sur y occidente de esta isla que cubrían y empañaban la atmósfera, llevando por todos los territorios que visitaban y en que hacían noche la devastación de los sembrados y su total exterminio. Siendo yo testigo de haber visto pasar por el pueblo de Teror, el treinta y uno de dicho mes, una columna de ella en marcha para la costa, que tardó más de dos horas en atravesar el pueblo sin hacer parada alguna por seguimiento de aquel destino. Siendo esta plaga, que tarde en tarde se deja ver, una circunstancia que hará remarcable al presente año de mil novecientos once en la historia de esta isla… No quedó cosa verde en esta isla de Gran Canaria, pues hasta las hojas de palma las destruían”

 

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LA LANGOSTA EN 1954

 

Viera y Clavijo, en su “Diccionario de Historia Natural de las Islas Canarias”, nos detalla con exactitud que las plagas afectaban a nuestros campos y gentes cada 22 años si los ciclos reproductivos de la langosta no se alteraban.

 

"En nuestras islas hay dos castas de langostas: la una, de cigarroncillos pequeños, de color entre pardo y ceniciento, rojizas las piernas, con que saltaban en los sembrados y las yerbas, y la otra de cigarrones mayores, casi de dos pulgadas de largo, que llaman abocastros. Los machos mue­ren luego que han hecho las funciones de padre; y las hembras, después que desovan sus cuarenta semillas, anidándolas entre unos canutillos, que construyen con tierra y cierto gluten que extraen de su propio cuerpo, y sepultándolas en el suelo más duro e inculto de las dehesas, para lo que les sirve el aguijón de la cola…tocábanse los tambores en los pueblos, marchaban las milicias por compañías, despachábanse espías y batidores, matábase infinita, pero no veían que era imposible exterminarla…Aquella langosta colorada que ha solido hacer invasiones en nuestras islas vienen desde las costas fronterizas de África. La constancia de los vientos que soplan por sobre aquella región, unida quizá a la extraordinaria muchedumbre, y a la escasez de pastos, parece que suelen precisar la dicha langosta a meterse, en crecidos grupos y pelotones, en el mar, y transitando el golfo recalar sobre nuestras riberas. Esta es la ocasión de hacerle la guerra, sepultándola en zanjas, o quemándola; porque perdido el lance, se padecerán sin remedio los tristes estragos de que conservamos la memoria”

 

En octubre de 1954, hace setenta años, nuevamente “perdimos el lance” los grancanarios con la cigarra.

 

El viernes 15 de aquel fatídico mes, desde la mañana el cielo se enrojeció en el sur de la isla y se inició el infortunio.

 

Con los tiempos africanos, desde Juan Grande comenzó la invasión. Poco tiempo después asolaban los tomateros de Sardina, la vega de Telde, Jinámar y las vegas de San José.

 

Después del mediodía, llegó la primera pequeña bandada a la Villa de Teror, oscureciéndose la soleada tarde, pero dispersándose con rapidez; el sábado volvieron, pero ya en gran número y antecedidas del ruido de un avión. Pocos momentos después desde el sur y con la dirección del barranco, comenzó la plaga de la cigarra de 1954.

 

Las campanas de los dos conventos se echaron al aire inmediatamente, secundadas cinco minutos más tarde por las de la Torre Amarilla de la Basílica.

 

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Comenzó entonces en los campos canarios el “ritual de la cigarra” que en las dos semanas siguientes atronó y ahumó toda la isla con el ruido de calderos, sartenes, cacharros, almireces; todos los objetos que pudieran producir espanto en los insectos y generalizado alborozo en la chiquillería que, junto a las hogueras, formó una estridente recepción que no logró otra cosa que espantarlas de un lugar a otro. Los métodos utilizados por los campesinos no hacían más que mover a las cigarras de un terreno al de al lado, de un municipio al cercano.

 

La intervención ministerial, de las Hermandades de Agricultores y de todo el equipo dependiente del Gobierno Civil, en el que había avionetas que vertían insecticidas o lanzallamas que achicharraban a los insectos africanos, fueron más eficaces.

 

También el pagar duros por kilos de cigarras vivas, lo cual fue un sobresueldo para muchos aquel otoño de hace setenta años; pero que tuvieron que trabajar bastante para ganárselo.

 

La plaga de cigarra berberisca de 1954 fue un triste recordatorio de que, pese a muchos avances, el campesinado canario seguía tan atormentado por esta calamidad como cuando, miles de años atrás, se abatía sobre los cultivos del Egipto faraónico; pero a la vez sirvió para iniciar la solución del problema atacándolo en el lugar de origen: los países del norte de África.

 

Las lluvias de noviembre terminaron por acabar con la plaga y todo, aunque continúa en el recuerdo de muchos al día de hoy, fue poco a poco disolviéndose en el pasado. Ese es el sino del campesinado.

 

Que también supo sacar jolgorio de penar y los cantares acompañaron a las fogaleras, los juegos al resonar de bocinas y cacharros o los romances con mayor o menor tino al recuerdo de lo sucedido. Como éste, que cantaran por la época en El Palmar y que me trajo a la memoria mi primo Ramón Yánez, con motivo de la efeméride:

 

Señores voy a contarles,

no crean que son mentiras,

que la langosta ha llegado

a mi Gran Canaria querida.

Comenzaron en los cercados que tenían

papas, millo y plataneras,

terminando en los árboles

que había en la carretera.

En mi vida he visto

lo vivido esta mañana:

las langostas en la torre

repicando las campanas”

 

Con el experimento de un galdense que conservó en una caja con agujeros un ejemplar del insecto durante 32 días sin comer para hacer la comprobación científica de tamaña resistencia, terminó la plaga de la cigarra berberisca de 1954.

 

José Luis Yánez Rodríguez

Cronista Oficial de Teror

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