Geisha se ha vuelto a emparejar y parece muy feliz

Allá por agosto de 2001 recibimos aviso de la existencia de un pingüino real en un barco pesquero de la Japan Tuna atracado en el Muelle de La Luz. 

De la forma más rocambolesca que se puedan imaginar, ese animal nos fue entregado para intentar salvarlo, ante él convencimiento de que en el barco tenía los días contados.

El drama me vino encima cuando, con el pingüino ya en el CR de Tafira (Cabildo de Gran Canaria),  no disponíamos de condiciones adecuadas para mantener un ave de requerimientos vitales tan específicos. 

Dándole vueltas al tema,ante la total imposibilidad de devolverlo a la Antártida, su hábitat natural, se nos ocurrió llamar a Loro Parque. Y allí, como siempre que les solicitamos ayuda, nos ofrecieron una solución que, al menos, procuraría un cierto bienestar animal al pingüino. Lo consulté con mi almohada y mi mente decidió que, si fuera un pingüino en esas circunstancias, no tendría duda en que me ubicaran en el gran pinguinario de Puerto de la Cruz, seguramente el mejor del mundo. Así que, al día siguiente de su rescate, Geisha, como la bautizaron una vez que fue sexada, quedaría ingresada por un tiempo en la cuarentena de Loro Parque, hasta que se comprobara que no padecía enfermedades infectocontagiosas que pudieran afectar al resto de aves de aquel lugar. 

Desde entonces Geisha se enamoró de Cásper, un precioso y fuerte macho con quien tuvo muchos hijos. Fallecido Cásper, Geisha se ha vuelto a emparejar y parece muy feliz. 

Hoy, 23 años más tarde, pude estar de nuevo con ella en mis manos y casi se me saltan las lágrimas recordando aquel rescate digno de película y que algún día contaré.