
Esto escribían todos los vecinos y vecinas del pago de Casablanca en el municipio de Firgas, la noche del cuatro de junio de 1923. Se habían reunido para preparar un escrito dirigido al obispado, en el que solicitarían licencia para la edificación de una iglesia dedicada a la advocación de Nuestra Señora del Pilar dentro del territorio del barrio, para lo que argumentaban la distancia que les separaba del templo del San Roque, las malas condiciones de las vías de enlace, las dificultades para poder cumplir con el precepto dominical y el número de habitantes que constituían el vecindario del barrio, que era por entonces de unas ochocientas personas.
El obispo Miguel Serra y Sucarrats alabó la iniciativa que autorizó el trece de julio del mismo año, pero aclarando que los fondos diocesanos estaban agotados por lo que lamentaba no poderles ayudar con cantidad alguna para levantar la nueva edificación.
Este obispo que fue el que autorizó la construcción llegó a la Diócesis de Canarias a fines de 1922 y fue destinado a la Diócesis de Segorbe en enero de 1936 por mandato del Papa Pío XI. Tras unos meses, el 14 de junio de aquel año, cuando ya los susurros de que “algo iba a pasar” estaban comenzando a ser ventoleras, don Miguel subió a Teror a despedirse de la Virgen del Pino, a pesar de que muchas voces le habían instado a retrasar su salida por lo que pudiera pasar.
Serra y Sucarrats contestó:
“Su Santidad el Papa me ha encomendado el cuidado pastoral de la Iglesia de Segorbe. Si, como usted dice, pueden pasar cosas importantes en España, razón de más para que no retarde mi presencia en la Iglesia cuyo pastoreo Cristo me ha confiado”
Nada más comenzar la guerra fue detenido y encarcelado en su nueva diócesis.
El 9 de agosto de 1936, y temiendo, según declaró un testigo, “que se les muriera en la cárcel a consecuencia de las torturas, decidieron acabar con él” Fue fusilado en Vall d'Uixó, con su hermano Carlos, el vicario, cuatro religiosos franciscanos y un carmelita.
La falta de financiación no importó a la gente de Casablanca, que prestamente pusieron manos a la obra y crearon una junta al efecto de organizar la construcción, que se inició con la primera piedra el 15 de julio de 1923: lo que se reseñó oportunamente en la correspondiente acta fechada el mismo día y en la que aparecen los vecinos Francisco Guerra Navarro y Pilar Medina Navarro como padrinos del acto, Manuel Rodríguez Falcón, Domingo Marrero Medina y otros dejando constancia de que aquel día “en el pago de Casablanca, Parroquia de Firgas, y con esta fecha, el párroco de la misma, don Juan Quintana Rivero completamente autorizado por el Muy Ilustre Señor Gobernador Eclesiástico en trece de los corrientes, bendijo y colocó la Primera Piedra para una ermita”
Casablanca era uno de los más antiguos lugares donde se asentó la incipiente población de la entonces villa de Arucas, municipio al que perteneció hasta el siglo XIX. En sus tierras regadas por las aguas que bajaban desde los barrancos que cercan el lugar -Azuaje y Firgas- se ubicaron familias ligadas desde sus comienzos con la historia de Arucas después de la conquista: Medinas, Marreros, Ponces de León, Guerras, descendientes de conquistadores y primeros linajes de la isla como el del fundador de Guía, Sancho de Vargas, el del Alférez Mayor de la Conquista, Alonso Jáimez de Sotomayor, el del mismo Fernando Guanarteme y otros tantos que consiguieron, laboreando sus tierras con cálidas temperaturas, cercanía a la costa y agua abundante, hacer de todo el pago un excelente lugar de producción agrícola que se vio con el paso de los años enriquecido con el progresivo aumento de su vecindario.
Dos años más tarde, la ermita estaba concluida a “fuerza de sudores y sacrificios” como expresaba Domingo Marrero, presidente de la comisión, que aprovechaba conjuntamente con el mencionado secretario Manuel Rodríguez para agradecer a todos los que con su trabajo y sus limosnas habían contribuido para ver la obra terminada.
Precisamente sería Domingo Marrero Medina quien en los dos años transcurridos desde el inicio hasta la finalización de la obra presidio dicha junta y actuó unificando las voluntades para conseguirlo.
Casado con doña Rosario Navarro de la Fe, falleció con 92 años el 18 de agosto de 1977; dejando por hijos a Cristóbal, Candelaria, Domingo, María del Pilar, Dolores, Ana, Pedro, José, Carmen, Antonio y Juan.
El 17 de noviembre de 2009, el pleno municipal de la Villa de Firgas nominó la plaza del barrio de Casablanca con su nombre.
LA CERCANÍA DEL CENTENARIO
El 24 de octubre de 1925 se bendeciría la iglesia por el párroco Juan Quintana y se elevaron los primeros fuegos artificiales en unas fiestas del Pilar de manos de Juan Dávila; tanto cura como fueguista naturales de Teror.
Al día siguiente, se procedió a la bendición de la imagen de Nuestra Señora del Pilar, llegada desde la zaragozana “Casa Aranda” y bajo el padrinazgo de Francisco Hernández Guerra y Asunción Guerra Navarro.
Después de bendición y misa, tuvo lugar la primera procesión que vieron las calles del barrio de Casablanca, amenizada por la banda de música de Bañaderos.
El centenario se acerca y los vecinos y vecinas de Casablanca deben celebrarlo con toda la solemnidad que la efeméride merece y todo el orgullo de que son herederos de quienes lo hicieron posible.
La historia de los años transcurridos desde entonces no ha hecho otra cosa que venir a aumentar con creces y demostrar el respeto debido al fervor de aquellos agricultores de principios del siglo XX que construyeron en medio de sus tierras de cultivo uno de los pocos templos que en Canarias estaban dedicados a la Virgen del Pilar. Aunque anecdóticamente casi a la par, tal como publicó en su día el historiador Juan Francisco Santana; Cristóbal y Martín Saavedra Ramos solicitaron una licencia para construir una capilla dedicada a la misma advocación en la Barriada de Guanarteme que con proyecto del arquitecto Eduardo Laforet fue aprobada en sesión de veinte de mayo de 1924 por el ayuntamiento de San Lorenzo.
La iglesia de Nuestra Señora del Pilar del barrio firguense de Casablanca fue convertida en parroquia desgajándola de San Roque de Firgas en 1943, por el obispo Pildain y Zapiain.
José Luis Yánez Rodríguez
Cronista Oficial de Teror
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