Desconfío de las modas

Ángel Manuel Chavarría López

[Img #18246]Desconfío de las modas. De las vanguardias. Y, sobre todo ello: de los idólatras bajo sus faldas.
 
Como la arquitectura, nacida como mecanismo para abandonar la vida nómada del ser humano, el arte en general es tomado cual universo en expansión donde toda persona puede pararse, descansar, y hacer suyo un cuadro, un poema, una canción o cualquier medio artístico a través de la interpretación y las emociones que susciten en su interior.
 
Tan lenta parece pasar la aguja sobre el reloj que vemos la moda como un tren al que hay que subirse de inmediato, como una paradójica agonía humana, donde una persona evoca la caja delatora sin mirar primero si dentro late un corazón. El suyo propio.
 
Dicho tren está en boga durante un tiempo determinado, siendo los más perspicaces los que más beneficios consiguen recaudar en el intervalo que dure la moda: sobreexplotar la idea hasta hacerla tan vacua de sentido que, seguirla en un momento posterior, se parezca más a una obligación que a una opción.
 
Las campanas suenan desde lo alto del campanario una vez desfila ante los presentes el ataúd con los principios ideológicos y características que han definido esa llamada en tropel en la moda, ahora cadáver en la caja. Imagina cómo debo de tener la razón, que los presentes brillan por su ausencia. Ni siquiera lloran los familiares, pues han ido todos a una —como en Fuenteovejuna— rápidos a recoger en la estación a la siguiente joven con
lo nuevo y actual que está despuntando.
 
Frente a este nomadismo artístico, desconfío completamente de las que vienen y van con suma facilidad. Y no es que las desprecie —aunque todo depende de cómo me vendan sus principios, claro está—. Pero el hecho de haber labrado con esfuerzo un camino en las letras, y ahora en la música, y siendo eterno el aprendizaje, me resulta intranquilo regalarle mi corazón a cualquier estúpido vendiéndome el oro y el moro, solo porque hoy
día es comerciable.
 
A la mayoría de los que hoy reconocemos como auténticos genios han tenido que esperar a reunirse con los gusanos bajo tierra para poderles condecorar como es debido.
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