LA BRISA DE LA BAHÍA (196). Panza de burro

Y está bien que no veamos el cielo en un par de meses. Así, cuando lo volvamos a percibir, descubriremos de nuevo un mar azul que nos eleva y levanta del suelo...

Juan Ferrera Gil Lunes, 16 de Septiembre de 2024 Tiempo de lectura:
Panza de burro. JUan FERRERA GILPanza de burro. JUan FERRERA GIL

La panza de burro que, desde finales del mes de mayo, se instala en Arucas, y en casi todo el norte grancanario, viene a ser algo así como el saludo del verano norteño que, siempre fiel a la cita, refresca el ambiente, dulcifica el calor y augura una canícula que por encima de las nubes calentará lo suyo. Y según los especialistas irá a más. Ya saben: el cambio climático del que todos hablan: paraguas en julio y calor en septiembre, justo al inicio de las clases.

 

Hay costumbres que se agradecen. Por eso la imagen es una clara muestra de la cotidianidad bien entendida y que, a pesar de lo que anuncian los meteorólogos, que siempre aciertan con la calima, es una muestra clara de que la tradición es la tradición. Y, sobre todo, que en este tiempo veraniego se reconoce y corresponde. Y mucho. Esta especie de cortina natural que detiene los rayos solares, al menos, en parte y que, además, renueva la existencia, aunque sea para repetir una y mil veces que “si la panza de burro párriba o pabajo”, da rienda suelta a la conversación sobrevenida, donde cada uno entiende a su modo y manera el vivir y el ofrecer, a la vez, una personalidad definida.

 

Y está bien que no veamos el cielo en un par de meses. Así, cuando lo volvamos a percibir, descubriremos de nuevo un mar azul que nos eleva y levanta del suelo para sucumbir ante la evidencia de que la Naturaleza siempre sabe lo que hace. O eso queremos creer. Bien es verdad que la debilidad de las nubes, debido a su extremada delgadez, logran desaparecer, ligeramente, en el mediodía; sin embargo, la tarde, en ocasiones, se cubre de nuevo de un tono especial y agradablemente gris bardino para confirmar que la realidad es una sola. Y que las nubes son una especie de bendición que aliviará el calor que, por momentos, resulta insoportable, tremendamente pegajoso.

 

Solo los árboles grandes y viejos del Parque Municipal nos devolverán la fresca y reconfortante tranquilidad vespertina de lo que fue el caluroso día. Que no es poco. Hacia allí nos dirigimos.

 

Juan FERRERA GIL

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