
Se partió este sábado, una vez más desde Vergara, para hacer el camino que lleva hasta la Virgen de Las Marías.
Se caminó con el corazón rebozando de fe, tradición y devoción, un sentimiento anual mecido por el sonido de tambores y caracolas.
Con fe caminó Carmen en compañía de su hija Lucía, pidiéndole a la Virgen por la salud del ser querido. Con devoción hizo el camino Antonia porque así, hace más de cincuenta años, se lo enseñaron sus padres, y Paco lo hizo con la tradición familiar de ir con sus hijos y con los nietos, porque ellos siempre viven en familia la rama de Las Marías.
Llegados desde Agaete, por primera vez hicieron el camino Beli, Francis y Luciana, que a la Cuesta Caraballo llegaron muertitos, ya que gozaron también del repique de campanas a las doce del mediodía.
Desde los cuatro años, Adrián toca la caja de guerra, y aunque este año no pudo bajar desde Vergara, delante del hospital de San Roque esperaba al grupo de tocadores, para con ilusión sumarse a ellos.
Y después de disfrutar del charco aldeano, al pequeño Gael le quedaron fuerzas, para volver a bailar en medio de los papagüevos al ritmo de la Vitamina Band.
Se llegó hasta la iglesia con el dulce sonar de tambores, cajas de guerra y caracolas, y sonaron con amor las ramas agitadas en el aire, en esa llamada a la Señora que siempre es atendida.
Cuando salió, se escuchó el grito del “ Viva la Virgen de Las Marías” que es grito unánime del pueblo de Guía.






























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