Amaneció con mucho calor el día de san Nicolás en La Aldea, pero las altas temperaturas no impidieron que un año más, los aldeanos mostraran su devoción al patrón.

Y así, se le acompañó en la misa y en la procesión, y al regresar a la iglesia se le cantó su himno, y después, esa canción que remueve el alma con ese deseo de regresar a La Aldea. Y ahí corrieron lágrimas por los rostros como las de Mari Lola, porque en ese querer volver al pueblo en el que se nació, está también la querencia de volver a encontrarse con los que ya no están y han sido parte fundamentales de la vida.

Y se volvió a bailar delante de la iglesia, con el canto orgulloso de ser aldeano, y se disfrutó del aperitivo con la familia y amigos.

Pepe, presumía y con razón, de la preciosa nieta que vive sus primeras fiestas. María José, con Santí y con Yoel, disfrutaba de poder brindar con los amigos, intentando alargar ese disfrute amistoso, antes de ir a casa a compartir el almuerzo en familia.

Y Rosa y Mamen, con el beneplácito de Marcial, abrieron las puertas de su casa para dar la bienvenida a los amigos a los que cada año se les invita y que esta vez, aceptaron la invitación, sentándose a la mesa en la que no faltó la rica ensaladilla rusa, la deliciosa ropa vieja, y un lomo de cerdo tan bién preparado, que supo a gloria.

Y entre el pizco del buen ron y la cerveza bien fría, se gozó en la charla, en la que también participó Araceli, compartiendo risas y el deseo de verse en El Charco.

Y con la llegada de la tarde, La Aldea se llenó del aroma de los braseros encendidos que anunciaban el inicio de la romería.

Se volvieron a encontrar los amigos que cada año hacen todo lo posible para disfrutar juntos de la tarde romera.

Sonaron timples y guitarras, poniendo música al reencuentro lleno de abrazos y besos.

Y cuando llegó el momento de irse a casa, la despedida fue la misma: “Nos vemos en El Charco, allí estaremos”

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(Infonortedigital)