Sin piedad

Leonilo Molina Ramírez

[Img #5817]La piel moteada por múltiples lesiones, en su diminuto rostro el reflejo del terror y, su cuerpo aún de niña, sometido al temblor que provoca el miedo. Su edad puede que oscile entre los tres y cuatro años, aunque la experiencia a la que ha sido sometida, en contra de su voluntad, puede superar a la sufrida por una persona de mayor edad. Es decir, que a su edad biológica habrá que incorporar la del sufrimiento de gente adulta. Sí, me refiero a una niña palestina que aparece junto a un hermano (supongo) de menor edad al que, a pesar de las circunstancias vividas, intenta consolar. Es de esas imágenes que circulan por las redes y nos rompen el corazón. Solo a quienes carezcan de sentimientos le permanecerá intacto. Sientes su dolor y piensas en cómo todavía hay gente incapaz de adoptar las medidas adecuadas para, de modo definitivo y con eficacia, detener tanto ensañamiento.

 

Esa imagen —el resto de ellas— tendría que ser suficiente para evitar que se vayan repitiendo, cercenando así la infancia de tantos niños y niñas palestinas. Seguramente, así suele suceder, habrá quien nos recuerde lo acontecido el paso 7 de octubre. Nada que objetar, los hechos son tozudos; ahora bien, cuando la supuesta justicia deviene en venganza, con acciones indiscriminadas (o no), alcanzando a toda la población sin mediar motivo alguno, lo que en principio pudo tener una justificación, comienza a perderla si atendemos al número de víctimas inocentes que se van originando: población civil, incidiendo notablemente, como en la imagen, en la más vulnerable, la infancia.

 

Se ha convertido en una constante, en todas las ocasiones, cuando se produce una matanza (iba a añadir atroz) es el fruto de un operativo que buscaba acabar con terroristas de Hamás. Quizá, según el ideario de quienes piensan que habitan una tierra otorgada por un ser imaginario, toda persona que habita la franja de Gaza lo sea. Esa niña, con cuyas desgraciadas circunstancia comencé esta reflexión, según ese pensamiento atroz también sea considerada de tal modo. Tal justificación se contrapone con otras acciones, fuera de la tierra que les entregara el referido ser imaginario, donde acaban con líderes del mencionado grupo, en operaciones de ejecución muy precisas, según quienes las llevan a cabo.

 

Seguramente, o con certeza, las acciones terroristas (de cualquier origen) carezcan de justificación alguna. El terror conduce siempre a la devastación (incluso a más terror), nunca debe ser justificado. Sin embargo, sin que suponga tal, existe una necesidad de explicar determinadas situaciones. A saber, por qué suceden las cosas, qué conduce a una población a transformarse en terroristas. Porque, por mucho empeño que ponga el primer ministro de Israel, la situación actual no tuvo su origen en los deleznables actos terroristas del pasado 7 de octubre (incluidas las dudas que se escuchan sobre si pudieron ser evitados). Antes de esa fecha, en los cada día disminuidos territorios donde habita la población palestina (la que aún conserva la vida), se sucedían las actividades conducentes a vilipendiarla. Ya fuese por la interposición de muros (occidente celebró la caída del muro de Berlín), obligándoles a recorrer un enorme espacio para llevar a cabo sus actividades cotidianas, ya por los abusos de la colonización de nuevos territorios, la población ha permanecido sometida a sucesivas y reiteradas vejaciones. Me vienen a la memoria unas imágenes. En ellas, un grupo de colonos desvalijaba (amparados por la impunidad) una vivienda de personas de Palestina. Con esa conciencia de ser inulto, se observaba en las imágenes, grabadas por ellos mismos, cómo sembraban el terror, sacando el frigorífico al exterior de la vivienda, en donde extraían su contenido.

 

A pesar de denostar cualquier actividad donde implícita o explícitamente se promueva el terror, sí que me pregunto cómo van a actuar quienes han crecido bajo un suplicio continuado. Cuestionémonos quiénes están promoviendo la incorporación de parte de la población de Palestina a los grupos terroristas, sin obviar, como es lógico, otras cuestiones deleznables. Sobre todo, cuando esa falta de piedad, se extiende ahora a Cisjordania, donde no pueden alegar la presencia de miembros de Hamás.

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