LA BRISA DE LA BAHÍA (193). “La anomalía”: la voz matemática de Hervé Le Tellier

Constituye una mirada, sobre todo, a lo que hacemos mal, como el cambio climático, y la incapacidad de encontrar una posible solución.

Juan Ferrera Gil Lunes, 26 de Agosto de 2024 Tiempo de lectura:
Anomalía. Juan FERRERA GILAnomalía. Juan FERRERA GIL

Esta extraña novela (un avión aterriza dos veces en el mismo sitio, y con los mismos pasajeros, con tres meses de diferencia) me ha dejado paralizado (por su propio planteamiento y ese toque de ciencia ficción donde el Tiempo se estira y se encoge, sin saber dónde va a parar) y extrañado (por la novedad en la manera de contar, donde los nuevos personajes van encajando en su sitio o en su “desaparición”).

 

Antes de complicar aún más las cosas, la autoridad competente, ese ente abstracto, opta por la eliminación de una de las posibilidades presentadas con el fin de evitar que “otra eliminación dé al traste con el mundo tal y como lo conocemos”. En el fondo lo que subyace es la complejidad del ser humano, tan difícil, tan inconcreto y tan particular en su proceso vital.

 

Este planteamiento, del escritor francés Hervé Le Tellier, constituye una mirada, sobre todo, a lo que hacemos mal, como el cambio climático, y la incapacidad de encontrar una posible solución. Por otro lado, las religiones en este mundo globalizado juegan su papel y contribuyen al desasosiego y al malestar en el que los fanáticos parecen haberse convertido en sus únicos representantes. Todo ello incide en un mundo mediocre, estilo Trump-Bolsonaro-Ayuso-Musk: impresentable, sectario, inculto, arrogante, carente de raciocinio; y en un mundo bloqueado que, además de no encontrar una salida, parece ofrecer solamente el cambio de identidad con el fin de no traspasar el destino de cada cual y para que ese mismo destino pertenezca a una sola persona.

 

La novela, perfectamente estructurada, no deja nada suelto: la vida de los personajes se encauza desde el principio, aunque el desasosiego se haga presente. Otra cosa muy distinta es si la razón, por sí misma, se siente capaz de encontrar una explicación que nos dé seguridad, firmeza, confianza, claridad y futuro. Y, sobre todo, esperanza.

 

Si siempre estamos las mismas personas en este mundo, no sé qué carajo hacemos destruyéndolo y contaminándolo. Solo queremos creer que en el sueño en el que ahora nos encontramos ya lo vivieron otros antepasados que también se sentaron en butacas parecidas a estas (digamos que el Club de Lectura se celebra siempre en un antiguo cine) y se dejaron llevar por la pasión de la juventud, donde la oscuridad de la sala se convertía en pecado a ojos de un exacerbado catolicismo y de una dictadura reaccionaria, y también por el cine, donde las imágenes proyectadas transformaban el mundo inmediato en que se encontraban. Ahora esta sala convertida en Club de Lectura mira a todos los lugares, interpreta todos los datos y la sinceridad fluye en el ánimo de los lectores que somos para que la esperanza de lo que está por venir no nos inmovilice y nos haga perder el valor de la existencia. No sabemos si es el destino, Dios o la religión el camino a seguir. Solo sabemos que hay que seguir en el camino: de eso se trata, ¿no creen?

 

Además, gracias a la pericia del autor, los personajes, paulatinamente, se van conformando y en nuestro interior pasan a ser víctimas, unas veces, y, otras, verdugos, con los intereses propios de cada uno. Volviendo a la estructura novelesca añadamos que es compleja y directa y por momentos actúa como si toda la novela fuera un informe oficial: aséptico, directo, centrado solo en los hechos para que cada lector interprete lo que desee. Su lectura nos ha resultado vertiginosa. Y el final nos ha gustado y creemos que el escritor ha sabido rematar bien la faena al no dejar nada sin responder. Eso sí: nos ha llenado de dudas.

 

Otrosí: “La anomalía” que escribiera Victor Meisel, uno de los personajes, es la novela entera. O sea, que casi hemos leído al mismo tiempo una novela duplicada, una historia dentro de otra y hemos llevado, asimismo, una doble existencia de lector, sin percatarnos del camino que nos ha ofrecido Hervé Le Tellier: su propia novela y la que escribió Victor Meisel, porque aunque uno de los dos se haya suicidado, sigue duplicado en la figura de su auténtico creador. Ambos vienen a ser la misma persona, capaz de profundizar en la existencia y, al mismo tiempo, sin perder el valor de lo cotidiano, como tomar un café. Modestamente, nos inclinamos a pensar que lo cotidiano, además de auténtico, es lo verdadero, lo que nos pone los pies en suelo: por eso ahora somos un Club de Lectura y antes fuimos espectadores de una película: dos maneras de contar, de saber, de conocer y aprender que la lectura, como dijo Alberto Manguel en “Una historia de la lectura”, es “un acto de rebeldía”, que queda, añadimos nosotros, representado por una imaginación libre, múltiple y abierta a todas las interpretaciones.

 

Lo dijo la escritora argentina, Samanta Schweblin, en el Babelia del pasado 13 de noviembre de 2022: “La literatura podría ayudar a entender lo inexplicable”.

 

Pues eso. Que la disfruten.

 

Juan FERRERA GIL

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