
En estas fechas tan señaladas que hemos vivido y en honor a la Virgen de Guia he editado estos trocitos de mi municipio de Guía, cuna de artistas y artesanos, donde las manos crean obras que capturan el espíritu de su tierra, convirtiéndola en un museo al aire libre.
Sus calles, sus casas, sus templos, sus alrededores, son testigos mudos de una historia rica en patrimonio, arqueología, agricultura y arte, donde cada piedra cuenta una leyenda, y cada esquina resguarda un trozo de identidad.
Ayer y hoy, bajo la mirada protectora de la Virgen de Guía, los vecinos se reúnen para celebrar, para honrar a su patrona y para recordar que, en este rincón del mundo, la vida se vive con el corazón en la mano y la fe en el alma.
Las fiestas principales ya han pasado y no son solo una muestra de devoción, sino un canto a la vida misma, a la fuerza de un pueblo que, como sus paisajes, se adapta y florece a pesar de las adversidades.
En estos día de agosto, cuando las campanas repican y el cielo se ilumina con fuegos de artificio, Santa María de Guía se viste de gala como cada año, mostrando con orgullo su historia, sus tradiciones y su gente. Y es que, en cada rincón de este municipio, desde sus barrancos y montañas y desde las laderas hasta los acantilados de la costa, se respira la esencia de un lugar que, aunque pequeño en extensión, es inmenso en riqueza y corazón.































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