
Eva, de dos años, muerde a otros niños en el parque (ya hasta la evitan). Cuando Hugo (de 3 años) se enfada, llama tonta a su madre y le pega manotazos. Carlos, de dos años, ha empujado a otro niño en la guarde, le ha golpeado con un juguete y le ha tirado los legos a la cara. Mateo (de 4 años) cuando se frustra pellizca tan fuerte que es imposible separarlo y hace mucho daño.
Sus padres están preocupados. ¿Por qué se comportan así sus hijos? ¿Cómo pueden abordar la situación?
Lo primero que se les viene a la cabeza es que su hijo es un pequeño monstruito, a veces ingobernable y que como siga así se va a convertir en un futuro delincuente.
Así de tremendistas somos los padres muchas veces.
¡Pero que no cunda el pánico!
Que tu hijo pegue o muerda no es un signo de que has fallado como madre/padre, ni mucho menos augura ningún futuro al niño.
Pegar o morder son comportamientos relativamente comunes en estas edades; cuando no obtienen lo que quieren, están cansados o se sienten incomprendidos, manifiestan emociones de ira y rabia que pueden expresarse así.
Realmente no es más que una manera de exteriorizar su emoción y comunicarse. Es la forma que conocen por ahora.
No digo que haya que permitir que un niño pegue. Simplemente digo que es algo habitual en la primera infancia.
Aunque queramos pensar que el ser humano es pacífico por naturaleza y que la sociedad es la que lo corrompe y lo vuelve violento, me temo que no es así. En la mayoría de los animales y muy especialmente en los primates, la violencia es un fenómeno cotidiano. Es la cultura y la civilización la que nos permite comportarnos de forma menos violenta y respetar a los demás.
Los niños pequeños no han tenido tiempo de aprender. Les vamos enseñando paulatinamente.
Así que pegar o morder es un impulso natural dentro del desarrollo del niño.
A nivel verbal, en la primera infancia, aún están desarrollando sus habilidades de comunicación, y en momentos de ira o frustración, tienen dificultades para expresarte lo que necesita en ese momento.
A nivel emocional, aún se encuentran en pleno aprendizaje de regulación y expresión de sus emociones, por lo que cuando se sienten frustrados o enfadados, pueden recurrir a la agresión física como una forma de comunicar su malestar.
Y a nivel social, los primeros años de vida son cruciales para que los niños exploren su entorno y aprendan a relacionarse (experimentando con los límites y las reacciones de los demás).
Principalmente ,en la etapa de los 2 a 4 años, podemos pensar que nuestros hijos son pequeños dictadores en miniatura, que desean todo y lo quieren ahora. Si algo les molesta, pegar puede parecer una solución sencilla.
Así que no te preocupes, tu hijo está pasando por una etapa normal, sana y esperable de su desarrollo. Sus habilidades de manejo emocional y habilidades sociales se irán fortaleciendo y desarrollando y los episodios de agresividad irán desapareciendo.
No obstante, si vemos que las dificultades para expresarse continúan después de los cinco o seis años, que continúan pegando con frecuencia y que tienen consecuencias negativas y significativas en su entorno, entonces es recomendable buscar ayuda profesional para evaluar el comportamiento del niño y tener una orientación más específica basada en la situación del menor.
¿Quiere decir eso que antes de los 5 o 6 años debo dejarlo que vaya por el parque pegando a diestro y siniestro o mordiendo cuando se le antoje?
Por supuesto que no.
Debemos hacernos cargo de la situación, primero por el daño físico que puede ocasionar, y segundo, por el aprendizaje en sí de la forma adecuada de resolver conflictos.
No solo somos sus padres, somos sus guías y sus entrenadores en el proceso de su desarrollo socioemocional, para ayudarlos a expresar sus emociones de una manera adecuada y saludable para ellos y los demás.
Entonces, ¿cómo actuar cuando pega?
1,- Mantén la calma y respira hondo. Porque si no, lo primero que te va a salir es un grito, un enfado, un castigo, una amenaza. Y se trata de gestionar la situación enfocándonos en cómo se siente tu hijo y cómo se siente el niño que ha sido dañado. No tú.
2,- Déjale claro a tu hijo que pegar, morder o empujar es inaceptable. Mantén un tono serio y firme (que no enfadado). Puedes decirle algo como… “Puedes estar enfadado, todos nos enfadamos a veces, pero no podemos pegar, eso hace daño y hace sentir mal a la otra persona”.
3,- Modela con el ejemplo. Asegúrate que el otro niño está bien. Pregúntale y actúa como te gustaría que lo hiciera tu hijo… “¿Estás bien?, ¿Te ha hecho mucho daño? ¿qué podemos hacer para que te sientas mejor?”
4,- Valida las emociones de tu hijo. “Tú querías ese juguete y el niño no te lo prestó. Es normal sentir frustración cuando algo no sale como tú quieres, todos nos podemos sentir así”
5,- Ofrece opciones. “¿Qué podemos hacer la próxima vez que quieras un juguete y no te lo presten?” “Quizás puedes ofrecerle un juguete a cambio del suyo” o “puedes preguntarle si te lo prestará más tarde, cuando él termine de jugar” “y si la respuesta a ambas es negativa, podemos ofrecerle al niño jugar juntos o simplemente tendrás que jugar a otra cosa”.
No pasa nada porque tu hijo se frustre. Es parte de la vida.
Y ya.
Ahora sí, este proceso tendrás que repetirlo una y otra vez, incansablemente. El cerebro de tu hijo aprende por repetición.
No esperes que vaya mañana al parque y tenga un comportamiento modélico. Pero sí que vaya siendo consciente y haciéndolo un poquito mejor cada vez, con tu ayuda, con tu guía y recordándole los pasos a seguir.
¿Y si es mi hijo el que recibe el manotazo de otro niño?
Ese es otro tema que también merece profundizar. Me lo apunto como tema para un próximo artículo.
Haridian Suárez
Trabajadora Social y Educadora de
Disciplina Positiva (@criarconemocion)































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