LA BRISA DE LA BAHÍA (191). Obviar

A casi todos los que ostentan el poder, y que ni siquiera saben que son los verdaderos temporeros, que se bajen ya de la moto...

Juan Ferrera Gil Lunes, 12 de Agosto de 2024 Tiempo de lectura:

Los hechos más dispares y los detalles se presentan sin avisar; ni siquiera andábamos buscándolos porque, sencillamente, ni siquiera llegábamos a imaginarlos. Además, ni aventurábamos a considerar que años después de ejercer el trabajo podíamos seguir siendo tan ofensivos y peligrosos: lo único cierto es que no entendemos nada.

 

Por simple casualidad del destino, descubrimos las maniobras peculiares del poder en asuntos pequeños que rozan no solo la desfachatez más cercana, sino también y, además, la estrechez de miras; y cómo algunos cargos públicos, cada vez más chiquititos, se erigen en dioses chicos de pueblos esculpidos en borracheras noveleras. Censurar, por ejemplo, a personas ya jubiladas, que en sus diversos avatares laborales desempeñaron una determinada labor en un tiempo concreto, no solo es una tontería que no llega a ningún lado, vamos que no tiene salida, sino que, además, viene a señalar en el “poderoso” la miserabilidad de su actitud. Y esto viene a cuento porque esta estulticia que nos rodea se ha transformado en hipocresía tonta e inútil. Ni las personas censuradas saben de las artimañas que, muchos años después de desarrollar su labor lo mejor posible, acordes con la sensatez, el respeto y la tolerancia, algunos responsables públicos tienen a bien prestarles atención, cuando nadie lo hace ya; es más: ni siquiera la mayoría de la gente sabe que una vez dichas personas existieron y desarrollaron la labor encomendada y, ahora, puesta, desgraciadamente, en cuestión. Luego, el saludo en la calle será siempre el mismo, como escondiendo una actitud impensable, y proyectando en la ciudadanía, cuando la descubra, una actitud irresponsable y falsa. Se cuecen muchas cosas en los pueblos, donde el infierno ha encontrado su lugar y desde él quema cualquier atisbo de reconocimiento en favor de otras personas que un día fueron tan distintas al poder: las viejas prácticas que algunos políticos ya olvidados, afortunadamente, convirtieron en norma siguen vigentes.

 

A casi todos los que ostentan el poder, y que ni siquiera saben que son los verdaderos temporeros, que se bajen ya de la moto: cuando la idiotez hipócrita se ha hecho fuerte en el interino despacho y las mentiras se proyectan más allá de la luz, no solo se pierden los papeles, sino que el final anda cerca y…

 

Juan FERRERA GIL

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