Una Rama de alegría en la villa de Agaete (fotos y vídeo)

Recibió la villa marinera el cuatro de agosto bailando la Aurora Feliz, con la emoción intensa de volver a escuchar ese volador que da rienda suelta a las lágrimas a las cinco de la mañana.

Y se bailó la diana hasta la plaza con el corazón lleno de recuerdos y el cuerpo dispuesto a aguantar las horas de fiesta que quedaban por delante.

A las nueve de la mañana, en casa de Tata, no dejaban de repartir ese caldo reparador que se elabora con amor, y a las nueve y media, en la trasera de la iglesia, ya no cabía un alfiler.

Y la jiribilla se notaba en el ambiente, con el canto anticipado del OE, OE, dando prisas al reloj para que marcara las diez en punto de la mañana.

Y sonó el volador mañanero, y al unísono se alzaron los brazos al cielo, brincando y bailando, todos a una, comenzando una Rama de alegría.

Como cada cuatro de agosto, a la misma hora y en el mismo sitio que no es otro que la azotea compartida, se saludó a Sari y a José Luis, los de Teté.

En la acera de siempre estaban Tota y la Nena, Juanina y Enma, estirando los brazos, recordando con alegría las ausencias tan sentidas.

Y en el zaguán Yone y Claudio, hacían bailar a los pequeños Bruno, Martina y Tayscel, el niño y las niñas que dan la esperanza de mantener la tradición familiar, volviendo a llenar de sonrisas esa casa que sigue siendo el hogar.

Aunque parecía misión imposible, se aligeró el paso del baile callejero, avanzando el recorrido de toda la vida. En la esquina de la casa del médico, estaban Rita con Alberto y Alejandro, y Pino con con José Antonio, ellas enseñándoles a ellos, que son todavía pequeños, como vivir el cuatro de agosto en Agaete. Y en esa misma esquina, en la azotea de la tienda de Edita, estaba sola Adriana, sintiendo tan presentes a los que hace un tiempo que se han ido.

Y a partir de ahí, se comenzó a visitar los altares, que son los hogares queridos a los que se ha de ir, porque si no vas no te lo perdonarán en la vida.

Justo este cuatro de agosto era el primer día de jubilación Javier Hernández Rosario que regresó a Agaete después de siete años para estos días de fiesta, y como no podía ser de otra forma, sus hermanos, Susana, Ana, Alfredo y Agustín, lo festejaron a lo grande.

Y en la casa de Esperancita estaban Anate y Paqui, en esa grata tarea de acoger con alegría, a los que tocaban en su puerta. Y no se quedó atrás Víctor Lugo, acogiendo en su azotea a amigos y a quien hiciera falta.

Mientras la Rama iba para San Sebastián llegó el momento de calmar el estomago con la ensaladilla rusa en casa de los Barrosos, y después regresar a casa de Rosaura, para abrazar a Toñi, Bembi, Mery y Rosa.

La Rama siguió rapidita hacia el Puerto de Las Nieves y en ese ir ligero, se pudo ir a casa de Paquita la del Puente, para celebrar que Alejandra ya ha conseguido una plaza como funcionaria de la consejería de Educación. Una alegría más en el día de Rama.

Y después se pudo conversar largo y tendido, con Juan Godoy, Lary y Eusebio, sobre esos lazos familiares que unen a tanta gente de Agaete. Así pasó la mañana y la tarde, y llegó esa noche en la que a las diez volvió a sonar el volador, y se volvió a recorrer el pueblo, está vez sabiendo que se volvía a iniciar el tiempo de espera.

Y se brincó delante de la iglesia y prendió la magua en el corazón, y en esa dulce tristeza esa ausencia solapada que estuvo durante todo el día, tomó su fuerza. En la última nota de música querida, ahí, estuvo Cacó, como estuvo al inicio de La Rama, en ese espacio, justo, enfrente de casa de Angélica, que era suyo, y en el que siempre estará cada vez que el volador suene a las diez de la mañana y que con su recuerdo, siempre será una Rama de alegría.

Galería fotográfica de la Diana en este enlace

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01 Galería fotográfica de la Rama en este enlace

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02 Galería fotográfica en este enlace

(Infonortedigital - Lary Armas Barroso)