Leer (siempre) y viajar (cuando se pueda)
Si hay algo en lo que me guste invertir mi tiempo es en leer. Y si a esa actividad le puedo sumar viajar, pues es algo así como lo más parecido a la felicidad para mí.
Cuando organizo mis vacaciones o algunos días de descanso, procuro que tengan siempre como objetivo incrementar mis conocimientos literarios, además de la necesaria desconexión con mi ámbito laboral.
La pasada semana tuve la oportunidad de disfrutar durante unos días de la alegre ciudad pesquera de Ribadeo, enclave ubicado en el lado gallego de la bellísima ría Eo, frontera natural entre las comunidades de Galicia y Asturias.
Nada más pisar Ribadeo me llamó la atención el gran aprecio que se le profesa a una autora tan gallega como universal: Rosalía de Castro. Versos suyos están impresos en varios escaparates dedicados a los Indianos, gallegos emigrados a Latinoamérica que regresaron a su tierra después de hacer las Américas con el dinero suficiente para asentarse en su terruño gallego con posibles y conformar una clase media acomodada.
También la ciudad le ha brindado a la autora de ‘La hija del mar’, una de las máximas exponentes del Rexurdimento, una avenida en el puerto, una plaza y un mural.
Pero para mí lo bello de viajar es acercarme a las librerías para interesarme sobre las escritoras y los escritores oriundos del lugar. Así descubrí a la poeta y escritora ribadense Luz Pozo Garza y al famoso El Viejo Pancho, un ribadense de nombre José Alonso y Trelles, emigrado a Uruguay con 17 años, país donde hizo amplia carrera como poeta gauchesco y político, llegando a convertirse en diputado. El Viejo Pancho falleció en Montevideo en 1924. En la actualidad, su casa natal gallega acoge un centro de estudios iberoamericanos y la ciudad ha instalado recientemente una estatua en su memoria.
Pero la visita a las librerías no quedó ahí ya que en la capital de la provincia, en Lugo, ciudad tranquila de grandes avenidas del interior de Galicia, también me dispuse a visitar una librería ubicada en el interior de las formidables murallas que rodean la ciudad donde me recomendaron la lectura de la novelista Ledicia Costas, cuya obra titulada 'Infamia' me tiene totalmente atrapada.
Hablando de infamias, en Lugo visité la antigua cárcel de la ciudad, lugar del horror de la guerra civil que acogió a cientos de presos políticos franquistas en un espacio dedicado al maltrato y a la humillación que genera las guerras, cualquier guerra, más aún si se trata de una guerra entre personas vecinas, de un mismo país.
Allí conocí la historia de Gregorio Sanz García, un profesor natural de Segovia fallecido en 1997 en Ribadeo, que fue apresado por ser docente de la República. Sanz García dejó testimonio personal de su paso por esta cárcel en el libro autobiográfico ‘Uno de tantos’. Por cierto que el director de cine José Luis Cuerda se basó en la vida y figura de don Gregorio para dar forma al personaje del maestro de escuela de la película ‘El lenguaje de las mariposas’, un film de 1999, un papel que fue interpretado magistralmente por Fernando Fernán Gómez.
Lugo, además de contar con una muralla romana muy bien conservada que pude pisar y recorrer con mis propios pies, tiene un elemento digno de nombrarse y es la labor de recuperación de la memoria histórica al convertir la antigua cárcel de la infamia en un centro cultural dedicado a conservar y dejar testimonio de las personas que fallecieron tras sus paredes a causa de sus ideas políticas, mujeres y hombres, ajusticiados por ser republicanos, socialistas o comunistas. Un centro que, si tienen la oportunidad, no dejen de visitar para no olvidar, una visita que resulta indispensable hoy más que nunca para las y los más jóvenes y también para aquellos que piensan que con un arma se cambia el mundo. Se cambia todo sí, pero a peor.
Dentro de las murallas, me encontré con la gran sorpresa del homenaje realizado a escritores y escritoras gallegas, entre ellos, la propia Rosalía de Castro, Ramón María del Valle-Inclán y Manuel María, autor lucense que desconocía y sobre el cual, tras ver la placa con su busto acompañado de un poema, me he informado oportunamente. Lo mismo me pasó con el poeta local vinculado a la Generación del 27, Luis Pimentel.
Es por esto por lo que resulta tan fundamental que las autoridades municipales realicen reconocimientos de sus personajes ilustres mediante, por ejemplo, la instalación de placas o estatuas, ya que de esta forma no solo engrandecen culturalmente a la ciudad que los vio nacer sino que dignifican a las autoras y autores oriundos del lugar, además de generar un turismo cultural tan valioso en la actualidad como el de campo y playa, todo sea dicho.
Ya en Asturias y, en concreto, en Avilés, volví a visitar la calle Galiana, número 8, donde se sitúa el inmueble que antes de la guerra civil dio cobijo a la vivienda y al taller de encuadernación de la poeta avilesina Ana de Valle, quien tomó el apellido de su marido, Eladio García Valle, para firmar sus trabajos poéticos.
Esta visita me sirvió para comprobar que, una vez más, el edificio sigue estando igualmente abandonado por las autoridades municipales que parecen poco interesadas en recuperar para la ciudadanía y para el incipiente turismo cultural que visita la ciudad, la obra de la autora de 'Pájaro Azul'.
Puede resultar feo, porque las comparaciones pueden tal vez no ser justas, pero la diferencia entre Avilés, ciudad a la que quiero mucho (de ahí que me duela más) y Ribadeo o Lugo creo que son más que evidentes. Pienso que Avilés tiene una deuda con sus personajes ilustres literarios que, como vemos, brillan por su ausencia.
El apoyo y la difusión de la cultura y el reconocimiento a las personas que a través de su arte y su quehacer artístico sitúan en el mapa del turismo cultural a una ciudad o región es vital para cualquier pueblo que se precie.
Resulta obvio decirlo pero el arte y sus diferentes modos de expresión constituyen bienes necesarios para la humanidad, conforman un don inmaterial único que hay que proteger y valorar. Es la expresión artística, en todas sus manifestaciones, la que nos engrandece y enriquece como sociedad y como pueblo.
Por mi parte les invito, ahora que estamos avanzando hacia el verano, que en estos días de vacaciones no solo aprovechen para relajarse y disfrutar sino también para leer, para visitar museos, para recorrer calles, para crecer por dentro.
Les insto a que, cuando visiten una ciudad nueva, tengan curiosidad literaria y descubran el placer de acrecentar su espíritu y su cultura conociendo la obra y figura de todas esas personas que han pasado a la historia de sus ciudades gracias a su capacidad creadora, otorgando un valor añadido a la importancia de las mismas.
Por eso, en estos días, les invito a leer (bueno, leer siempre) y si pueden, viajen, siempre que la economía y las obligaciones se lo permitan.
Josefa Molina






























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