LA BRISA DE LA BAHÍA (189). Hacer cosas

“Hacer cosas” no es solo una idea, sino que tal vez debería representar el propósito, y quizás el deseo, de encontrar sentido pleno a la vida, que nunca mudará en su costumbre de avanzar a su ritmo y donde el tiempo se convierte en algo así como una entelequia. Se pueden hacer muchas cosas: pintar, dibujar, escribir, hablar y charlar, cultivar tomates y amistades, o, simplemente, sentarte en un banco y ver pasar a las personas en sus diversos quehaceres y a la vida, en general, en el suyo propio…

Pero, sobre todo, no deberíamos interrumpir, menospreciar o parar el trabajo del otro, que considera, como mínimo, imprescindible en su manera particular de entender la existencia. Lo que queremos decir es que cada uno es cada uno y deberíamos respetar no solo su concepción vital, sino que, además, estaríamos obligados a considerarla: no todo tiene que coincidir necesariamente con nuestra manera de pensar y discurrir. No olvidemos que todo el mundo “hace cosas” y que cada cual, en su buena fe, aporta algo a la sociedad. Y, posiblemente, así sea.

La sinceridad de nuestros actos, aunque ya no estén de moda, debería bastar para su puesta en funcionamiento, incluso si al ralentí fuera. No sé si sus revoluciones son normales o extraordinarias; en cualquier caso, son las que son y eso debería ser suficiente para que El invierno del dibujante marcase un tiempo y un valor, y una hazaña, o que La casa se convierta en una realidad que ya habita solo en nuestra memoria: Paco Roca tiene, en ocasiones, la última palabra. O casi.

Como una vez escribió el escritor mediterráneamente valenciano Manuel Vicent: “que te pasen cosas distintas, como cuando uno era niño”.

Y el músico Chucho Valdés, después de 50 años melodiosamente musicales: “no me canso, necesito hacer cosas nuevas”.

Pues eso.

Juan FERRERA GIL