En el tren. Juan FERRERA GIL
“Cuando lo arrojé del tren, a su paso por Tinocas, justo donde la mar queda debajo del ferrocarril recién inaugurado, nadie se enteró. Ni nadie me vio.
Me acordé, entonces, de las novelas de Correa y Ravelo, entre otros sabios del negro género, y vi que ninguno de ellos sugería nada en ese sentido. Así que la novedad, y acaso la generosidad, había logrado que mi amigo Federico se escondiera definitivamente del mundo. Vivía solo, ningún familiar cercano y pareja, que se sepa, no se le recordaba. Bueno, eso es lo que creía, aunque mis entendederas no son nada de fiar. Así que pongan en un “veremos” no solo mis palabras, sino también mis hechos, que nunca sé si han sido reales o no. O todo no es más que un sueño que incubé rápidamente en mi casa: desde la azotea, donde me creía un narrador omnisciente, me sentía seguro, sobre todo, al mirar y admirar el paisaje que me rodeaba.
A veces pienso que mi dualidad es mi mayor desgracia. Pero, como ahora no es el momento, otro día les cuento.”
Juan FERRERA GIL
































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