
En la era digital, las redes sociales se han convertido en una extensión natural de nuestras vidas. Compartimos momentos personales, logros y hasta fracasos con amigos, familiares e incluso desconocidos.
Cada momento está listo para ser capturado y compartido en redes sociales.
Momentos privados y significativos en la vida de un niño pueden convertirse en espectáculos públicos, afectando al desarrollo natural y saludable de su personalidad y emociones.
Los hitos y logros que deberían ser celebrados en un ambiente íntimo y seguro pueden perder su esencia cuando se exponen a una audiencia más amplia y desconocida.
Pero es que…¿Quién no quiere ver esa foto adorable de tu bebé con cara de "acabo de descubrir el chocolate"? Es muy tentador mostrarlo al mundo.
El problema es que detrás de los “me gusta” y los comentarios de “¡qué lindo!”, hay un pequeño detalle que a menudo se pasa por alto: Los efectos que tiene esta sobreexposición en nuestros pequeños influencers en formación (para otro día dejamos las implicaciones éticas y morales de aquellos padres que han convertido la presencia en redes sociales de sus hijos en una fuente de ingresos, a través de patrocinios, anuncios y colaboraciones pagadas).
Pero hablemos de los posibles efectos de sobreexponer a nuestros hijos a las redes sociales.
La Autoestima: porque cada "Me Gusta" cuenta
Los estudios sugieren que los niños sobreexpuestos en redes sociales pueden acabar con una autoestima tan estable como una torre de Jenga en manos de un niño hiperactivo.
Estos pequeños empiezan a pensar que su valor depende de cuántos "me gusta" reciben. Si la foto de su último cumpleaños no consigue tantos "me encanta" como la de la vecina, cuidado, tenemos un drama en puerta.
Mientras tanto, los niños no sobreexpuestos desarrollan su autoestima de una manera más orgánica. Para ellos, no se trata de likes, sino de logros y experiencias personales. Su autoimagen no está sujeta a la opinión voluble de Internet, sino a la seguridad que les brindan sus propias acciones y el apoyo de sus seres queridos.
¿Privacidad? ¿Eso qué es?
La privacidad para un niño sobreexpuesto es algo tan abstracto como el concepto de vacaciones pagadas para un autónomo.
Cada logro, cada berrinche, cada caída está documentada para la posteridad (o hasta que la nube decida hacer de las suyas). Estos niños pueden llegar a sentir que su vida no les pertenece, y eso no es precisamente una receta para una infancia feliz y saludable.
La falta de privacidad genera sentimientos de vulnerabilidad y además afecta a la confianza hacia sus padres y hacia el entorno digital en general.
En contraste, los niños no sobreexpuestos tienen la oportunidad de mantener su privacidad intacta. Sus momentos importantes quedan en la memoria familiar y no en un servidor de Silicon Valley. Esto les permite desarrollar un sentido de autonomía y control sobre su propia vida.
Relaciones Interpersonales: porque ser auténtico está pasado de moda
¿Quién necesita relaciones auténticas cuando puedes tener cientos de seguidores?
Los niños sobreexpuestos pueden terminar con relaciones tan profundas como una charla de ascensor.
La presión por mantener una imagen perfecta puede llevarlos a interactuar de manera superficial, siempre preocupados por cómo se ven y no por cómo se sienten.
Por otro lado, los niños que no están constantemente en el ojo público desarrollan relaciones basadas en la autenticidad. Pueden ser ellos mismos, sin filtros (literalmente), y construir lazos más fuertes y sinceros con sus amigos y familiares.
Desarrollo Emocional: la montaña rusa de los sentimientos
El camino emocional de un niño sobreexpuesto puede parecerse más a una montaña rusa que a un paseo tranquilo por el parque.
La constante necesidad de validación externa les genera ansiedad y estrés. Además, la falta de privacidad y autonomía puede llevar a problemas de identidad, donde el niño no sabe quién es fuera del contexto de las redes sociales.
En cambio, los niños no sobreexpuestos disfrutan de una mayor estabilidad emocional. Sus identidades se construyen sobre la base de sus propias experiencias y reflexiones, no de los comentarios y likes de extraños. Esto les permite desarrollar una autoconfianza y seguridad emocional más sólidas.
Comportamiento y Personalidad: el gran teatro de la vida
El comportamiento de los niños sobreexpuestos puede volverse performativo. Actúan no porque quieran, sino porque saben que la cámara está ahí, esperando el siguiente momento viral. Su personalidad puede depender en gran medida de la aprobación externa, lo que les dificulta desarrollar una identidad auténtica.
Mientras tanto, los niños no sobreexpuestos pueden comportarse de manera más natural y genuina. Sin la presión de una audiencia constante, pueden explorar y desarrollar su personalidad de manera independiente y auténtica.
Expresión Emocional: aprender a compartir sentimientos
Los niños necesitan aprender a expresar sus emociones de manera segura y sin juicio. Compartir sus miedos, alegrías y frustraciones con sus padres en un ambiente privado es esencial para su desarrollo emocional.
Si estas expresiones emocionales son grabadas y compartidas en redes sociales, el niño puede sentir que sus emociones son un espectáculo público. Esto puede llevar a la inhibición emocional, donde el niño se siente reacio a compartir sus sentimientos abiertamente.
Pero por si todo esto fuera poco, los efectos a largo plazo de la sobreexposición en redes sociales son aún más preocupantes.
Los datos y las imágenes de los niños pueden permanecer en línea indefinidamente, lo que significa que pueden enfrentar repercusiones futuras por decisiones que no tomaron conscientemente.
Desde problemas de identidad y autoaceptación hasta el riesgo de ser objeto de acoso cibernético. Las implicaciones son profundas y duraderas.
La presencia digital de una persona se convierte en parte de su reputación. Los niños que han sido sobreexpuestos pueden encontrar que sus futuros jefes/jefas, compañeros de trabajo e incluso parejas, pueden acceder a un archivo extenso de su vida personal, lo que influye, o puede influir negativamente en sus oportunidades y relaciones.
El show puede esperar
Quizás sea hora de considerar que no todos los momentos necesitan ser compartidos con el mundo. Después de todo, la privacidad, la autenticidad y el bienestar emocional de nuestros hijos bien merecen la pena.
Los padres deben ser conscientes de las posibles repercusiones a corto y largo plazo y considerar seriamente las implicaciones de compartir la vida de sus hijos en línea.
Es fundamental proteger la privacidad y el bienestar emocional de los niños, priorizando su desarrollo saludable sobre cualquier beneficio que pueda derivarse de su presencia en redes sociales.
Está claro que la crianza en la era digital presenta nuevos desafíos, y es responsabilidad de los padres navegar estos desafíos con empatía, ética y un firme compromiso con el bienestar de sus hijos.
Así que, la próxima vez que sientas la tentación de subir esa foto adorable de tu pequeño, piénsalo dos veces: el show puede esperar.
Harídian Suárez
Trabajadora Social y Educadora de Disciplina Positiva
(@criarconemocion)































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