Leer la ciudad
El pasado 24 de junio, la ciudad de Las Palmas celebraba sus 546 cumpleaños, una fecha que rememora cuando allá por el año 1478, un ejército comandado por el capitán Juan Rejón, bajo el mando de la Corona de Castilla, instalaba su campamento militar junto a la desembocadura del barranco del Guiniguada. Según cuentan las crónicas, el lugar contaba con tal abundancia de palmas que los castellanos denominaron el sitio de asentamiento El Real de Las Palmas.
Quedaba así bautizado este enclave isleño, germen de la que, poco más tarde, se convertiría en la primera ciudad fundada por la Corona de Castilla en el Atlántico. En esta zona se ubicó, entre otros edificios emblemáticos, la primera basílica católica dedicada a la virgen protectora de los conquistadores, Santa Ana, una ermita que hoy lleva el nombre de San Antonio Abad y el bello edificio de estilo colonial conocido como la Casa de Colón, propiedad de los primeros gobernadores de Gran Canaria que sirvió de alojamiento a Cristóbal Colón en su escala hacia las Américas.
La expansión de la ciudad, con la introducción de la caña y la fabricación de azúcar destinada a los mercados europeos, trajo consigo la prosperidad y el impulso económico y demográfico del lugar, y su ensanchamiento hacia el otro margen del Guiniguada, dando lugar a la formación de la zona de Triana, donde se ubicó el primer puerto en la zona que ocupa el actual parque de San Telmo.
Ha pasado el tiempo y la ciudad sigue creciendo, ofreciéndonos varios siglos de historia donde no faltan los terribles asedios de piratas británicos y holandeses, a la llegaba de la multiculturalidad y a su expansión comercial de mano de nuevos habitantes de habla inglesa, alemana e hindú. No voy a profundizar en la historia de la ciudad, dado que no es asunto de esta columna, pero les invito, si les interesa, a bucear en las numerosas páginas webs donde podrán encontrar extensa información y documentación al respecto.
Pero vayamos al campo literario, que es lo que personalmente me atañe, un ámbito en el que, sin duda, la capital grancanaria ha sido destacada protagonista. La historia literaria de Las Palmas nos han regalado insignes y brillantes escritoras y escritores que nacieron, vivieron o murieron en sus diferentes espacios, comenzando por el poeta y dramaturgo Bartolomé Cairasco de Figueroa, cuya la emblemática obra ‘Comedia del recibimiento’, está considerada como una de las obras fundadoras de la literatura canaria, teniendo, además, como característica fundamental el haber incorporado elementos propios de la cultura y el lenguaje previo a la conquista castellana.
Por supuesto, ¿qué decir de nuestro gran Benito Pérez Galdós y del amplio elenco de personas creadoras de la palabra que han hecho -y hacen en la actualidad- las delicias literarias de la ciudadanía palmense tanto dentro como fuera de la ciudad, del archipiélago y del país? Demasiado extenso como para poder incluirlo en esta columna. Basta con indagar un poco o acercarse a algunos de los volúmenes sobre la Historia de la Literatura Canaria para obtener algunas nociones sobre el tema, aunque, por cierto, se debería realizar, por parte de las personas que se dedican a estos menesteres, un trabajo de reescritura y reedición de estos volúmenes dado que la no-presencia, que no es lo mismo que la no-existencia, de escritoras en los mismos es más que flagrante. Resulta doliente.
También Las Palmas ha sido ciudad acogedora de ilustres de la literatura internacional. Una de las más reconocidas, la escritora británica Agatha Christie. La autora llegó a las islas en 1926, en plena tormenta vital personal, acompañada por su hija Rosalind y su secretaria Charlotte Fischer. Las tres alojaron en el antiguo hotel Metropole, desde donde pudieron disfrutar del mar azul y las playas de arena amarilla de Las Alcaravaneras y Las Canteras, entre cuyas olas, parece que la autora británica aprendió a surfear, convirtiéndose en una de las primeras mujeres en practicar este deporte en las Islas.
Como destacada influencer de su tiempo, Christie dio a conocer a sus seguidores la belleza del paisaje y paisanaje canario, a través de varias de sus obras literarias, entre ellas, El enigmático Mr. Quin, ambientada en La Orotava (Tenerife), y Mrs. Marple y los trece problemas, cuya trama se desarrolla en Agaete (Gran Canaria).
Sin duda, la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria es producto de una rica y variada mezcla de razas y culturas, lo que le ha conferido ese carácter cosmopolita y acogedor que tanto le caracteriza.
Todo ello me lleva a subrayar la importancia, no solo de la ciudad, sino un archipiélago, el canario, que mira para Europa, África e Hispanoamérica. No en vano su significación como espacio de interés dentro del mapa geopolítico internacional es más que evidente.
Sobra decir que es vital poner en valor los enclaves arquitectónicos de la ciudad, apostar por su protección y por su importancia histórico-cultural. Precisamente, con este afán de consideración hacia los enclaves de importancia histórica y arquitectónica se han puesto en marcha iniciativas ciudadanas que reivindican su reconocimiento y protección como el liderado por la Plataforma Ciudadana Reivindicativa para que el Centro Histórico de Las Palmas sea declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO, pero también existen otras iniciativas mucho más humildes pero igualmente importantes como la que lideran el escritor y gestor cultural, Sergio Estévez, y la poeta y artista multidisciplinar, a la sazón Hija Adoptiva de la ciudad, María del Pino Marrero Berbel.
Me estoy refiriendo a la iniciativa puesta en marcha hace menos de un año que propone algo tan singular como es ‘leer la ciudad’, o lo que es lo mismo, mirar con ojos nuevos los diferentes espacios palmenses a través de la creación literaria.
El proyecto comenzó con Leer Vegueta, una actividad creativa protagonizada por un grupo de escritoras y escritores a quienes se les invitó a poner en valor, a través de la recreación poética y narrativa, la belleza e importancia de cada calle, cada plaza, cada edificio, cada rincón, cada espacio emblemático de esta parte fundacional de la ciudad. El evento se celebró el pasado mes de diciembre en un espacio tan simbólico como es la Casa de Colón.
A esta iniciativa le siguió en marzo de este año Leer el Risco, que se materializó en una lectura de textos, poemas y relatos, en la Ermita de San Nicolás de Bari y el más reciente, Leer Triana, celebrado el pasado 13 de junio en la Casa Museo Pérez Galdós, en Triana, con la presencia de además de un nutrido grupo de personas vinculadas a la historia y a la literatura, de personas vinculadas a la gestión política como el alcalde de la ciudad de Gáldar y consejero de Presidencia del Cabildo de Gran Canaria, Teodoro Sosa, y el cronista oficial de Gáldar y director insular de Patrimonio Histórico del Cabildo insular, Juan Sebastián López García.
Todos ellos, deleitaron al público asistente con una colección de textos de gran calidad literaria que fueron desde la creación poética al relato corto pasando por bellos y trabajados ensayos de calado histórico.
Desde esta columna quiero reconocer y agradecer a ambos impulsores, Sergio Estévez y Berbel, la afortunada idea de poner en marcha esta iniciativa literaria porque, como he dicho en alguna ocasión, las pequeñas acciones son las que logran llevar a cabo los más grandes proyectos.
La ciudad de las Las Palmas es una ciudad con historia, con cultura, con literatura, cuyo pasado debemos valorar y reivindicar; cuyo presente debemos potenciar y promocionar; y cuyo futuro debemos alentar y cuidar, todo ello para que durante siglos esta ciudad siga siendo lo que es: cuna y bastión del Archipiélago canario.
Por cierto, espero que hayan disfrutado de la noche de San Juan y hayan pedido sus deseos a las maguadas y al mar. Pero sobre todo, espero que hayan puesto a buen recaudo a sus mascotas porque ya sabemos que lo suelen pasar bastante mal con los voladores y que hayan tratado el espacio de las playas y su arena con el respeto y cariño que merece.
El litoral, la playa, la ciudad es de todas y todos. Y debemos cuidarla. No todas las ciudades tienen la suerte de contar con una playa urbana de la calidad y características de la playa de Las Canteras. Así que cuidarla y a seguir disfrutando de ella.
Por mi parte, les deseo: ¡Salud y literatura!
Josefa Molina
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