
Un día de verano, la tierra amarilla se levantó como remolino llevándose por delante las casitas de madera y barro.
El viejo Pocho miró por la ventana de su casa, que por suerte la había hecho de ladrillo y cemento cuando se ganó un quinto de lotería que casi no le pagan.
Las mujeres gritaban con los niños cargados en la espalda. Sus maridos imploraban al cielo, arrodillados en el suelo caliente. El remolino arrasaba con todo, ni las gallinas se salvaron, terminaron muertas y desplumadas. La gente decía «¡ha llegado el fin del mundo!».
El viejo Pocho quería ayudar, pero tenía tanto miedo que se orinó los pantalones, mientras Rocky, su perro guardián, veía también la escena desgarradora. De pronto el perro dio un salto por la ventana, y corrió hacia el remolino. Pocho gritaba, llamándolo para que volviera.
Todos vieron cuando el perro con una velocidad inmensurable se metió como un proyectil en el remolino y este se desvaneció.
Nadie volvió a ver a Rocky, pero si vieron su collar en medio del polvo que había quedado flotando en el aire.
Ahora cuentan que un perro valiente se enfrentó a un titán y lo derribó de un mordisco.
Manuel de Leon






























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