Es curioso comprobar cómo todo el inmenso Patrimonio que acumula el Ministerio de Defensa (eufemismo que sustituye al término guerra) no se ponga al servicio de la sociedad a la que dice, pomposamente, servir y proteger.

Numerosos cuarteles, hoy vacíos, y otras instalaciones militares, también desocupadas, viven el sueño de los justos, pero, la verdad, justicia no hay mucha. Y, así, no solo el deterioro de tales edificaciones se acelera, sino que, al dejarlas morir en soledad, la humedad aumenta y el deterioro se convierte en casi irreversible. Ahora que, desgraciadamente, los inmigrantes aumentan y diversas necesidades sociales se transforman en perentorias, dichas edificaciones resultarían imprescindibles, pero el Ministerio de Defensa se cierra en banda y no permite que ni siquiera se produzca la petición por parte de algunas autoridades civiles, que, dicho sea de paso, muestran una valentía inusitada, y que los medios de comunicación, tan preocupados por otros asuntos más vendibles, ni se dignan a tener en cuenta: no es su prioridad.

Va siendo hora de que el Ejército le devuelva a la sociedad, a través de su rico Patrimonio, lo que la sociedad le ha regalado durante bastante tiempo.

Ya toca, ¿no?

Juan FERRERA GIL