LA BRISA DE LA BAHÍA (180). Descubrir un rincón

Ha bastado que una calle se convierta en peatonal para que la energía urbana regrese a su sitio y plante nuevas miradas.

Juan Ferrera Gil Lunes, 27 de Mayo de 2024 Tiempo de lectura:
Foto: Juan FERRERA GILFoto: Juan FERRERA GIL

Descubrir un rincón nuevo debe entenderse como una especie de suerte sobrevenida.

 

Por ejemplo, el de la imagen. Ha bastado que una calle se convierta en peatonal para que la energía urbana regrese a su sitio y plante nuevas miradas. Surgen, entonces, novedosas orientaciones que siempre han estado ahí, pero es ahora cuando se sustancian en rincones agradables, extraños y extremadamente renovados. Si prestan atención a la fotografía, podrán comprobar cómo la pared no solo ejerce como si un lienzo fuera, sino que la planta, en su aparente desnudez, sin escatimar su agradable y delicada belleza, matiza el día, el sol y la sombra que provoca. Por eso digo que hemos recuperado un rincón que ni teníamos presente: en su humilde aspecto viene a ser algo así como la sencillez de la verdad.

 

Sí creo que la ciudad, a poco que camine uno y preste atención a los espacios, nos ayudará a descubrir no solo los ropajes con los que a veces se viste, sino que ofrece su verdadera y única fisonomía, sin trampa ni cartón, de sentirse viva, útil y tremendamente amigable ante sus ciudadanos que, en muchas ocasiones, no parecen estar dispuestos a percibir verdaderos encantos arrinconados. Y casi escondidos. Sí quisiera dejarles bien claro que la mirada de la cámara no engaña: plasma un instante, atrapa el tiempo y sirve para lo que sirve: hacerles caer en la cuenta de que hay que ir despacio, que debemos caminar lento en este mundo de la inmediatez desmedida y, sobre todo, poder contemplar los alrededores. Pero no quisiera parecer un gurú de raras oportunidades y claras evidencias; solo deseo que ustedes, estimados lectores, se percaten de que hay rincones interesantes, aunque es muy posible que el que llega tarde sea el que esto escribe.

 

Pared aparentemente recién pintada; ventana o puerta medio enterradas y blancas, que señalan el espacio que está por venir; color intenso en el fondo y reflejo de una hermosura desnuda: todo ello sirve para avivar el sueño, la narración y, si me apuran un poco, la historia que la imagen encierra. Pero eso mejor lo dejamos para otro día, que no todo ha de ser tan rápido.

 

Ser conscientes del escenario ya es motivo para comenzar un relato; los personajes llegarán después al ritmo del intenso sol que origina, además, sombras improvisadas y con fechas de caducidad anunciadas.

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