El patio de mi casa es de chocolate

Quico Espino

Así daba yo comienzo a la canción infantil, que cantaba a niñas y niños de cuatro y cinco años, cuyos colegios visitaba con motivo de las novelas infantiles que escribía. Yo les indicaba: “Voy a cantarles una canción. Y si me equivoco, ustedes me tienen que decir: ¡Nooo! ¡Así no es! ¡Te equivocaste! Y me corrigen. ¿Vale?”

 

Y en cuanto escuchaba que asentían les cantaba: tengo una vaca extranjera, en lugar de lechera, o el patio de mi casa es de chocolate, en vez de particular. Y se reían mucho antes de decirme que me había equivocado. Se lo pasaban muy bien con este divertimento.

 

No hace mucho, en una villa campestre, canté esos mismos temas ante una audiencia de una veintena de criaturas de cinco años, más la maestra que les llevó de paseo a la casa de uno de sus amigos, pegada a la escuela, ante cuya puerta, pintadas de rojo chillón las dos hojas, con su aldaba y todo, se impresionaron un poco.

 

[Img #18043]

 

Luego entraron al patio lleno de plantas que encabeza este escrito. En las manos llevaban Karamela y Pelukín, uno de mis libros infantiles, cuando les vi aparecer por el amplio huerto donde yo me encontraba esperándoles, un aledaño del patio, cerrado por paredes con ventanas,

 

[Img #18045]

 

… como estas dos, pintadas de diferente color. O como este otro ventanal de madera, que da a la cocina,

 

[Img #18046]

 

… en una pared azul añil, donde un querubín dorado toca una flauta. La pintura roja y el verde de la enredadera hacen resaltar el colorido de la estancia,

 

[Img #18048]

 

… en cuyo suelo, limpio como una patena, niñas y niños tomaron asiento. Por sus modales se notaba la buena educación que tenían y el vínculo cariñoso con la maestra, la cual se hallaba a mi lado, frente a la audiencia.

 

-¡Mira un lagarto! ¡Es rojo! –grita un niño.
-¿Dónde? –pregunta otro–. Yo le tengo miedo.
-Bajando por esa ventana. Pero no es de verdad.

 

[Img #18049]

 

-Me gusta mucho esa ventana, seño –le indicó una niña a la maestra, señalando la del marco verde:

 

[Img #18047]

 

-Venga, vamos a centrarnos en Karamela y Pelukín, que para eso hemos venido –dije, mientras abría el libro y veía cómo cada cual hacía lo mismo con el suyo. 

 

Las ilustraciones de cada página más la lectura de las estrofas, que leíamos la maestra y yo, fueron suficientes para contar la historia y las vicisitudes de una familia de perros muy querida por los habitantes de una verde localidad del interior, por donde pasaba un río. 

 

Cuando acabó el relato, en un ambiente muy cordial y entretenido, comenté que les iba a cantar dos temas infantiles y que si fallaba con la letra me tenían que corregir. 

 

Primero canté la vaca extranjera, y la audiencia se rió mucho, diciéndome cuán desacertado estaba yo: ¡No, no!

 

¡Te equivocaste!  

 

-¿De verdad? ¡Uyuyuy! ¡Esta cabecita mía! Creo que tengo un tornillo flojo –les decía, mientras me llevaba un dedo a la sien y lo hacía girar como un destornillador, al tiempo que les indicaba que se acercaran para que me apretaran el tornillo. Hay una foto en la que el grupo casi entero  me está atornillando la sien.  

 

Después canté que el patio de mi casa es de chocolate y las risas infantiles llenaron la estancia, hasta que una niña, un tanto pizpireta, dijo:

 

-Pues es verdad que este patio es de chocolate de colores: verde, azul, amarillo, rojo, y que las ventanas, las plantas, las  flores, las puertas, etc., son todas de chocolate.

 

-¿De verdad? ¿Cómo si fuera la fábrica de los Umpa Lumpa? –replicó otra niña, divertida y encantada.

 

Entonces ocurrió un acontecimiento fantástico: niñas y niños se levantaron y, haciendo el gesto de coger algo y llevárselo a la boca, anduvieron comiendo chocolate de colores, aquí y allí, ahora verde, ahora rojo, deleitándose el paladar, diciendo ¡qué rico!, relamiéndose, ¡uhmm!, hasta que se hartaron. 

 

Luego se fueron alegremente y contaron a sus familias que habían estado en un patio muy particular, no porque no se mojara como los demás, cuando llovía, sino porque era de chocolate.

 

Texto: Quico Espino

Fotos: Ignacio A. Roque Lugo

Comentar esta noticia

Normas de participación

Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.

Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.

La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad

Normas de Participación

Política de privacidad

Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.171

Todavía no hay comentarios

Quizás también te interese...

Quizás también te interese...

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.