LA BRISA DE LA BAHÍA (179). Sombras

Uno puede ver sombras (…¡¡nada más… entre mi vida y tu vida!!...) mientras que otros, que sí han sido testigos, encontrarán mucho más que eso: los dibujos del sol cada día son distintos y, según los colores amortiguados por la calima, todo o casi todo se viste de ropajes nuevos y diferentes que no solo marcan la existencia, sino que la misma cotidianidad parece renovada; y eso es un milagro que se repite cada día, a pesar de que ya ni nos demos cuenta: andamos inmersos en otros asuntos que nos impiden ver, y disfrutar, el bosque, que, en este caso, es la arquitectura urbana que nos rodea y que muda continuamente varias veces en la misma jornada.

Pero yo desearía referirme a otra cosa: no se puede transmitir emoción y sentimiento, y complicidad, al menos, a mí me pasa, cuando no hemos estado presentes en algún acto. Sí podemos informar; sin embargo, “la magia” que provoca la asistencia es el origen de una renovada visión en la que las expresiones, cuando la emoción se verifica, surgen solas al hilo de la redacción del artículo: ninguna parece resistirse.

Para lo que una persona puede ser fundamental, para otra no. Y, así, cada mirada tiene su aquel, su peculiar manera de enfocar los asuntos cuando intentamos abordarlos. Donde alguien ve sencillos y simples garabatos, otro bien pudiera profundizar e interpretar las sombras, que casi siempre señalan alguna novedad, aunque sea mínima.

En fin, que las cosas, las noticias y los hechos cotidianos tienen su camino perfectamente trazado. Y algo muy distinto es estar presente en el momento en que se producen.

Ser testigo es una cuestión imprescindible: “yo estuve allí”.

Juan FERRERA GIL