Educación infantil

Cómo malgastar tu autoridad con tus hijos e hijas

Dice el Dr. Carlos González (reconocido pediatra y conferencista) que la autoridad es como el dinero, si lo malgastas en tonterías puede que no tengas cuando lo necesites para algo realmente importante.

Haridian Suárez Vega Miércoles, 15 de Mayo de 2024 Tiempo de lectura:

Eres una persona de éxito a nivel laboral, tienes cierto margen de autoridad dentro de tu empresa, un equipo que te estima, que sigue tus indicaciones, que valora tus aportaciones y sigue las normas que estableces. Has conseguido liderar un equipo y también cosechar buenas relaciones dentro de tu ámbito laboral.

 

¿Cómo es posible que cuando llegues a casa tu hijo de 3 años no te haga caso cuando le dices 100 veces que se baje de la mesa? ¿Por qué es tan difícil? ¿Cómo es que tu autoridad no funciona con él?

 

Dice el Dr. Carlos González (reconocido pediatra y conferencista) que la autoridad es como el dinero, si lo malgastas en tonterías puede que no tengas cuando lo necesites para algo realmente importante.

 

Y es que a veces nuestro estilo de comunicación se reduce a dar órdenes… “bájate de ahí, vístete ya, lávate las manos, recoge eso…” y parece que ya no sabemos comunicarnos de otra forma; bueno sí, también nos comunicamos a través del “no” (no te subas ahí, no grites, no cojas eso, no corras...).

 

Y claro, cuando de verdad necesitas que siga una orden porque es realmente importante….¿cómo va a saber tu hijo/a lo importante que es si hoy ha recibido más de 200 órdenes?

 

Y además todo lo decimos en el mismo tono, con el mismo nivel de enfado, da igual que el enfado sea porque su habitación sigue desordenada y ya estás cansada de repetirle que la recoja, o que tu enfado sea porque ha lastimado a alguien (ha mordido o pegado a otro niño en el parque por ejemplo).

 

¿Cómo va a saber que hay niveles distintos de importancia si la cara se te pone igual de roja en las dos situaciones?

 

Y es que es muy complicado entender a los adultos.

 

¿Qué significa eso de “pórtate bien”? Para un niño es un concepto muy ambiguo...¿querrá decir que me lo pase bien? ¿que haga caso a todo y a todos? ¿incluso a ese señor o señora que no conozco de nada y me invita a chucherías (o a vete tú a saber)?

 

Somos los adultos los que tenemos que dar instrucciones claras y saber transmitirlas acordes a la etapa de desarrollo del niño/a.

 

Cuando pregunto a los padres qué normas y límites hay en casa, muchas veces ni siquiera las tenemos claras, o van apareciendo en el momento (ayer salté en el sillón y no pasó nada, hoy no se puede, es una norma) o hay tantas normas y límites que es imposible convivir entre tanta prohibición.

 

Si no están definidas las normas y los límites...¿cómo esperamos que las sigan? ¿que adivinen qué comportamientos son los que esperamos de ellos y los que no? De verdad que se lo ponemos muy difícil.

 

Cuando el niño sabe exactamente lo que hay que hacer, conoce los límites y las normas y se le guía con cariño y respeto, el niño se siente seguro y con iniciativa para colaborar. Estaremos ejerciendo bien la autoridad.

 

Hagamos un ejercicio de coherencia, de consciencia. Parémonos a pensar primero qué normas y qué limites vamos a establecer.

 

Por cierto...¿sabemos la diferencia entre unas y otras?

 

Un límite es una línea roja que nunca dejaremos que nuestros hijos/as pasen porque pone en peligro su integridad física o emocional o la de otra persona (en el ejemplo de antes sería no pegar o morder) y una norma es una pauta para una dinámica familiar más fluida (recoger los juguetes).

 

Y como son diferentes, no podemos tratarlas igual, porque el límite es inamovible, la norma puede ser flexible si la ocasión lo requiere, y mi reacción no puede ser la misma cuando se ha hecho daño a alguien que cuando no se ha recogido la habitación. Eso es coherencia.

 

Si los padres somos capaces de establecer límites y normas coherentes, las justas y necesarias y trasmitirlas desde la empatía y el respeto, estaremos ejerciendo bien la autoridad.

 

Para eso los mensajes tienen que ser concretos (nada de “pórtate bien” mejor dí “ acuérdate que no se ponen los pies en el sofá, que hablamos sin gritar y que antes de irnos recogemos la habitación” por ejemplo); y mejor si el mensaje es en positivo (en lugar de “no grites”, “hablamos bajito”, en lugar de “no se tiran las cosas que se rompen” “ las cosas hay que tratarlas con cuidado” o en lugar de “no se ponen los pies en la mesa”, “la mesa es para comer”).

 

Desterremos el “no” porque vivir continuamente en un ambiente tan prohibitivo genera mucha frustración y les hace sentir que no hacen nada bien; cuando la idea es guiarlos hacia lo que sí pueden hacer y hacia cómo se debe hacer.

 

¿Cómo te sentirías si en tu trabajo te dijeran mil veces al día “no”? ¿que cada cosa que hagas te digan que está mal pero no te digan cómo hacerla bien? De verdad que es muy frustrante.

 

Y además plantéate...cuando por ejemplo en su adolescencia tengas que decirle “no” (no me gustan esas amistades, no quiero que vayas a ese sitio que es peligroso….) ¿qué valor va a tener ese “no”? Si lo lleva escuchando por cualquier cosa desde que tiene uso de razón. Entonces pensaremos que no tenemos autoridad sobre nuestros hijos; y no es que no la tengamos, es que la hemos malgastado en tonterías.

 

Aprendamos a relativizar. No recoger no es un delito capital, es un hábito que hay que aprender, que hay que practicar. Enséñale, practícalo con él/ella, utiliza más el humor (de verdad, es una herramienta muy poderosa) y vive tu maternidad/paternidad más desde el disfrute y menos desde la dictadura.

 

No malgastes tu autoridad, guárdala para cuando realmente sea necesario.

 

Haridian Suárez

Trabajadora social

Educadora de Disciplina Positiva para las Familias

(@criarconemocion)

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