
Aunque la imagen de este breve comentario esté en blanco y negro, en ella hay vida; a pesar de que se ha verificado en el cementerio, la otra frontera, la otra orilla de la isla que, junto con el mar, no solo habla incansablemente, sino que nunca se detiene: una vez puesta en marcha, su itinerario continúa en perpetua singladura.
No sé por qué hemos elegido esta foto: quizás sea el muro blanco y el cielo en el mismo tono, como señalando igualdad. Luego, la Cruz, que rompe el conjunto, como elogiándolo, parece hablar de creencias y espiritualidades personales e intransferibles. No sé qué tiene el conjunto, pero ahí ha quedado para la posteridad, si es que alguien la descubre en algún momento.
Juan FERRERA GIL
































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