
Con la primera luz del día, con la luna inmensa sin querer despedirse, el pasado sábado, desde Las Longueras en el Valle de Agaete, el pastor Ismael García, iniciaba el tiempo de mudá.
Se adelantó el caminar hasta la cumbre ya que la lluvia del invierno fue escasa y la comida del ganado no estaba asegurada, y arriba, en la Montaña Los Brezos, está el verdor necesario para mantener la producción.
Las 120 cabras trotaron ansiosas por hacer el camino, como si supieran que los 40 baifos, trasladados con anterioridad, las estaban esperando.
Se saciaron por el camino, con los cardos y la flor de la jara, mientras que Ismael ordeñaba uno de los animales, para compartir la leche calentita con los pastores que le acompañaron en este volver a la cumbre.
Les sorprendió la bruma con algo de lluvia en el ascenso a Tamadaba, y se hinchó el corazón con la sonrisa de los pequeños, hijos y sobrinos, que los esperaban en los altos de la isla.
Para Ismael García, este tiempo de mudá viene acompañado de la alegría de la vida, ya que su primera hija que llevará el nombre de Taiguy en cariñoso homenaje al barranco cumbrero, está por llegar.
La pequeña vivirá sus primeros meses en la cumbre, hasta que llegue el otoño y toque el regreso al Valle, conociendo desde chiquitita la tradición del pastoreo que tanto ama su padre.
Imagen: Magaralva.z. Edición y montaje: Antonio Valencia
“Taiguy la niña de la Mudá”
¿A dónde vas, niña de la Mudá?
Arriba, arriba, arriba iremos
y en ná llegando descansaremos.
Estoy en el camino
con la familia y el ganado caprino.
Voy saliendo de la majá
en busca de la posibilidad,
presta a celebrar mi alumbramiento
y el nacimiento de un nuevo ciclo
entre el verde del pinar.
Parece que el pasado quedó atrás,
delante otro destino,
de donde vengo no importa ya.
Importan las aguas limpias
en las que viajo dentro de mi
madre, MAR;
también importan los regatones
de los pastores,
son remos amigos que hablan
de progresar,
hilos prendidos en una marea
de sostenibilidad.
¡De repente, ajetreo! ¡manos al telar!
dice mi padre repleto de responsabilidad,
¡el vacío se ha de llenar con el
trasiego de la felicidad,
el bien que podamos hacer ahora
en la Tierra lo debemos abonar.
Cantando el mantra del talento,
el poder del tiempo lo recitará,
no hay mejor alimento y abrigo
que sorprendernos al trashumar.
Mi viejito,
soñando en comunidad,
como yo lo haré algún día,
dándole continuidad,
todos a una en movimiento,
hacia ese remanso llamado PAZ
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