
Salgo a caminar casi todos los días y acostumbro a realizar un recorrido parecido: desde Visvique hasta Arucas y regreso. Todo ello con ligeras variaciones, según las ganas, los días y las temperaturas.
Al traspasar la puerta, una cola de coches se amontona perfectamente alineados en espera por llegar a la primera rotonda de salida de la ciudad: hablo de la carretera de Arucas a Teror, que cada mañana deja su impronta marcada en el suelo donde para recorrer un kilómetro se necesitan, con suerte, unos quince minutos. Luego, al pasar por delante del extraordinario mural de la Virgen del Pino, a la que saludo a mi manera, la cola de coches se estira a la vez que el camino se ensancha: siempre hay paseantes por la Avenida de La Charca procedentes de distintos lugares; algunos venidos desde Trasmontaña o El Lomo. Al llegar a la rotonda en obras, el camino se estrecha y nos obliga a pasar por una acera poco transitada: ahora se encuentra en medio de carreteras que anuncian remodelaciones. El nuevo diseño ha derribado el invernadero de plataneras y dará paso al nacimiento de una nueva vía que servirá para llegar antes a la cola.
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La desaparición de La Vega de Arucas camina lentamente, pero camina.
Al dejar atrás las casas de la parte baja de la ciudad, cruzo una vereda estrecha entre desaparecidos vestigios de labrantes. Luego, la calle Tracera, así luce su cartel, del Cerrillo, me habla de silencios tempraneros y gatos adormecidos al sol en la tranquila y estrecha calle. Al desembocar en su Plaza, pequeña y coqueta, paso a la de La Goleta, con más empaque, y con extraordinarios murales que hablan de Labrantes que un día fueron. La calle Mozart, hervidero constante de “orejas de gato” que nacen al lado mismo de sus aceras medio cambadas, permanentemente olvidada, me lleva a La Montañeta y, entonces, el silencio del paseante se adensa hasta llegar a la calle La Heredad que, al estrenar su peatonalización, ha pasado a desempeñar una segunda vida, que aún está por descubrir. El Parque Municipal nos protege del sol constante y desde la Plaza de la Constitución enfilamos por la calle Barranquillo hasta la Acequia Alta, otrora vía llena de comercios, tiendas y talleres, que vive actualmente bajo un tiempo callado y adormecido. Desde La Canal seguimos por La Cerera, que luce tranquila, como si escondiera la extraordinaria personalidad que despierta cada Domingo de Ramos. Al final nos dirigimos hacia la Escuela Oficial de Idiomas (antiguo colegio Generalísimo), y desde El Terrero, en otro tiempo cargado de vida y movimiento constante y novelero, regresamos al centro de la ciudad en un recorrido circular en el que la infancia se acomoda a nuestro paso y desde él revive como si fuera un segundo nacimiento. Por último, el camino de vuelta a Visvique habla de instantes nuevos y saludos viejos. Casi es “El show de Truman” local por la coincidencia con el paisanaje. A veces, cruzamos algunas palabras en las que el tiempo climatológico es el asunto primordial. Y, al día siguiente, vuelta a empezar.
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Ya sé que no es el camino de Antonio Machado, pero su presencia emerge como un compañero extraño que siempre pasa, y pasea, a nuestro lado. Y creo reconocer, por momentos, las también figuras principales de Tomás Morales y Domingo Rivero. Es verdad que no hay chopos ni olmos en el recorrido, ni siquiera se aprecian orillas de un río: hablo de un camino distinto. Sí, de un camino distante. Quizás el de la vida, que cada día se abre y se levanta para mirar y admirar el paisaje (o lo que queda de él) y el paisanaje, donde unos, sentados, charlan como si fuera un “gabinete de crisis permanente”, y otros trabajan, cuando no miran la pantalla de sus móviles: una ventana abierta a la nada.
![[Img #17405]](https://infonortedigital.com/upload/images/04_2024/2049_176-camino4.jpg)
Porque lo auténtico y lo verdaderamente sano es mirar a los ojos del que a nuestro lado camina. A veces, se escapa una sonrisa que dice mucho más de lo que pensamos. En fin, una delicia el caminar, el pasear y el hablar. Ojalá que cada día esta aventura encuentre los pasos necesarios que eviten su desaparición.
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Desconocemos si caminar consiste en llevarse la vida de paseo y/o comprobar que la luz del sendero ha ido matizando el recorrido. Solo llegamos a descubrir que el paisaje lo recuperamos, aunque sea siempre el mismo, si bien con ligeras variaciones; sin embargo, solemos apreciar algo diferente al del día anterior. Y en cuanto al paisanaje, en ocasiones, nos llevamos algunos sustos porque personas con las que nos cruzábamos han ido marchándose. Y eso, la verdad, duele, aunque solo sean conocidos con los que solíamos coincidir de tarde en tarde. Da igual que supiéramos de ellos mucho o poco: lo lamentable es por qué no hablamos más, aunque fueran boberías o temas intrascendentes: a veces, la superficialidad es motivo más que suficiente para atrapar todo un agradable sabor. Y una gran causa y determinación.
![[Img #17406]](https://infonortedigital.com/upload/images/04_2024/2379_176-camino6.jpg)
No sé si estamos destinados o predestinados.
El auténtico valor es poder seguir en el camino: de eso se trata.
Y mirar con detenimiento al otro.
Juan FERRERA GIL































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