Iglesia. Juan FERRERA GILPresenta siempre la iglesia de Arucas un punto de vista que nos sorprende no solo en su contemplación, sino que su enrevesado engranaje en piedra, donde la filigrana se convierte en arte, sale al encuentro del que mira insistentemente.
Quizás por eso no nos cansamos de fotografiar el lugar: en cada imagen descubrimos algo nuevo, un espacio que nos ayuda a respirar y, al mismo tiempo, se produce, desde la distancia vital, el agradecimiento a todas aquellas personas que tuvieron la feliz idea de su construcción, amén de ideologías, momentos, formas de ser y maneras de pensar y actuar.
Somos conscientes de que nos han dejado un legado que debemos cuidar y seguir ofreciendo, como si de una romería se tratara, a los que a nuestro lado caminan y, también, a los foráneos, que cada día son más en las apacibles mañanas norteñas, donde la lentitud se verifica a la vez que la tranquilidad se convierte en una norma de vida.
Juan FERRERA GIL

































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