
La calle, aunque ahora esté transitada por tres personas, en el momento de captar la imagen, suele ser más bulliciosa, no solo por el intenso tráfico que la atraviesa, sino porque la gente, al salir de misa, genera un agradable alboroto de saludos y encuentros diversos, que siempre tienen que ver con la vida.
Por eso calle y vida llegan a ser términos casi sinónimos, según las circunstancias. Claro que mirar desde lo alto no solo nos otorga un supuesto poder omnisciente y narrativo, sino que sirve, además, para imaginar los relatos más enrevesados y rocambolescos.
Siempre las calles son un escenario donde la existencia transcurre a su ritmo.
Y eso está bien.
Juan FERRERA GIL
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