Educación infantil

El legado de la crianza autoritaria VS la capacidad de transformación

En las décadas pasadas, el estilo autoritario de crianza era predominante en muchos hogares.

Haridian Suárez Vega Miércoles, 10 de Abril de 2024 Tiempo de lectura:

No hay duda de que el estilo de crianza y educación que hemos recibido tiene un impacto directo en nuestra formación como individuos.

 

En las décadas pasadas, el estilo autoritario de crianza era predominante en muchos hogares.

 

Una crianza en la que los padres establecen normas estrictas y esperan obediencia absoluta por parte de sus hijos, sin permitirles cuestionar o participar en la toma de decisiones.

 

Este estilo, ha derivado en lo que yo llamo “la generación del ladrillo”, por su dureza, su impermeabilidad y rigidez. Una generación de autoridad, represión emocional y desconexión entre padres e hijos.

 

La crianza autoritaria se define por su énfasis en el control y la obediencia, a menudo relegando la expresión individual y la autonomía del niño.

 

En la infancia, muchos de nuestros padres (y de nosotros) experimentaron un ambiente en el que se esperaba la obediencia sin cuestionamientos, y las consecuencias por no cumplir con las expectativas podían ser severas.

 

Se utilizaba la disciplina punitiva, como el castigo o la privación de privilegios, para corregir el comportamiento desviado (lamentablemente hoy en día se sigue usando, aunque en menor medida).

 

Los padres dan órdenes y esperan obediencia. Fin. Éste sería el resumen de este estilo de crianza.

 

Por supuesto este estilo rígido e inflexible, obvia la comunicación abierta o el diálogo con sus hijos.

 

Es evidente que este estilo de crianza es muy práctico y tiene un efecto a corto plazo (si cuando mi hijo tiene una conducta inadecuada mi respuesta es el grito o el castigo, probablemente la conducta inadecuada desaparezca).

 

El lado negativo, muy negativo, es que también tiene efectos a largo plazo.

 

Durante la infancia va generando sentimientos de miedo, ansiedad y baja autoestima, así como dificultades para desarrollar habilidades de resolución de conflictos y toma de decisiones autónomas entre otras consecuencias.

 

Durante la adolescencia, esos mismos padres que acallaban a sus hijos con gritos o castigos, ahora se sorprenden de no poder mantener con ellos una comunicación abierta, que le escondan situaciones o que cuando han cometido un error o están en una situación complicada no acudan a ellos para resolverlos (más bien huyen de ellos e intentan que no se enteren)

 

En la edad adulta, los efectos de este estilo de crianza continúan siendo palpables. Algunos internalizan los patrones de control y rigidez que experimentaron en la infancia, reflejándolos en su propia conducta como padres o en sus relaciones interpersonales.

 

Otros pueden enfrentar dificultades para manejar el estrés y la adversidad, ya que no se les enseñó a desarrollar estrategias efectivas de afrontamiento en la infancia. Además, la falta de habilidades de comunicación y resolución de conflictos puede afectar sus relaciones personales y profesionales en la vida adulta.

 

Pero no todo está perdido

 

A pesar de los desafíos asociados con la crianza autoritaria, las personas tienen la capacidad de cambiar y crecer a lo largo de sus vidas.

 

Esos niños criados en el autoritarismo y la obediencia, fueron padres/madres años más tarde.

 

Hicieron lo que pudieron con las herramientas, los recursos y las estrategias que tenían.

 

Criaron y educaron a sus hijos, intentando mejorar un poquito esas herramientas e intentando elevar el nivel de conciencia.

 

A veces la vida es ensayo-error.

 

Y muchos de esos padres que hicieron lo que pudieron, hoy son abuelos y abuelas.

 

Y no hay más que elogiar y admirar su poder transformador, su capacidad de adaptación y su resiliencia.

 

Esa generación que recibió escasos besos y abrazos, que nunca escuchó de comunicación afectiva o empática, que nunca se le pidió opinión en su infancia, de repente tiene nietos y rompe patrones.

 

De repente se les escapan los te quieros y ante una conducta inadecuada de sus nietos,se sorprenden intentando estrategias que nunca intentaron con sus hijos.

 

El ser humano, en constante evolución y progreso, es capaz de transformar algo tan arraigado y profundo como nuestros patrones, hábitos y creencias, para aprender, adaptar y crecer en esta nueva etapa de sus vidas.

 

Esos abuelos que han visto a sus hijos criar y educar desde otro óptica, que han visto resultados en una nueva forma de criar; dejan atrás sus propios aprendizajes para aprender nuevamente (desaprender para aprender)

 

Y abren su mente a que otra forma de criar y educar es posible.

 

Disfrutan del vínculo que crean con sus nietos desde el amor y la empatía, dejando atrás las órdenes, los castigos, las amenazas y los gritos, tan utilizadas en su época. Ésta también en su época.

 

¡Maravillosos abuelos!¡ que poder de adaptación y transformación!

 

Harídian Suárez. Trabajadora social y Educadora de Disciplina Positiva para las Familias

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