La hierba del querer

¡Señoras y caballeros!

Hoy les quisiera ofrecer

una planta prodigiosa:

¡Es la hierba del querer!

 

Se llama también Jacinto Comoso y su color es tan intenso como el de su hermano rojo, del cual se cuenta una fábula, un mito griego, que tiene que ver con un joven príncipe espartano, de nombre Jacinto, del que se enamoraron Apolo, el dios de las artes, y Céfiro, el dios del viento del oeste. Un día que Apolo enseñaba al efebo a jugar al disco, apareció Céfiro y, sumamente celoso, sopló con fuerza y el disco cortó en dos el cráneo del joven príncipe, de cuya sangre brotó un jacinto rojo.

 

La hierba del querer, también denominada Leopoldia Comosa por la diosa griega Iris, es extraordinaria por el hecho de que sus bulbos, parecidos a las cebollas, una vez sancochados y en conserva con aceite y vinagre, estimulan el coito.

 

¡Sí, damas y caballeros!

Es verdad lo que les digo.

A la hierba del querer

yo la adoro y la bendigo.

 

¿No quiere probarla usted? 

Yo la llevo aquí conmigo.

Con un solo bulbo basta.

¿No les cosquillea el ombligo?

 

Qué bueno sería que, sin necesidad de ningún estimulante, todo el mundo se quisiera más, pero no es el caso y ahora mismo haría falta que gran parte de la población mundial, en especial algunos líderes políticos,  se tomaran un tubérculo de la hierba del querer para que sintieran amor por aquellas personas a las que odian y se acabaran las guerras de una vez por todas, pues sólo traen destrucción y dolor. 

 

¡Con lo hermosa que es la vida!

 

Venga, no lo piensen más.

Sé que quien prueba repite,

pues les ha sentado bien,

y todo el mundo lo admite. 

 

Si siente que algo le falta

y se quiere enamorar,

tome usted este jacinto

y muy pronto lo estará. 

 

¡Llévese un bulbo a la boca!

Pruébelo de una vez

y disfrute de la vida

con la hierba del querer.