
Las luces de la tarde empiezan a imaginar desde temprano para que la noche no las atrape y las deje sin apenas sentido. Por eso la farola y la lejana luna se han unido en perfecta armonía para alumbrar la tarde que muere.
Este lado de Santa Cruz de Tenerife respira de manera distinta y única: sabe que su alegría es una forma constante de narrar no solo el día que muere, sino la vida entera que se prolonga más allá de la novelera mirada.
El color azul que domina la imagen deja bien claro que ese espacio es un remanso de paz que cada día se ofrece a sus vecinos. Y felizmente los atrapa.
Juan FERRERA GIL
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