
La felicidad no solo está en la juventud, que también, de este grupo de personas, sino en las/sus sonrisas que se adivinan en el relato, siempre novedoso, de una historia: alguien cuenta y los demás escuchan, atentos, mientras sus gestos asienten en el desparpajo del narrador.
Sentimos, acaso, que los mejores momentos llevan implícitos narraciones cotidianas y auténticas, donde los detalles se magnifican y la trama adquiere la necesaria velocidad de crucero, imprescindible en el improvisado cuentacuentos. Es verdad que desconocemos el tema de la entretenida tertulia, pero aquella tarde de noviembre, en Santa Cruz de Tenerife, en un lugar que parecía no anidar en la capital, se respiraba, en la tarde que moría, tranquilidad, ritmo y cadencia.
Y mucha felicidad.
Juan FERRERA GIL
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