Educación infantil

Necesidades socioemocionales en la primera infancia

Detrás de todo comportamiento siempre hay un propósito

Haridian Suárez Vega Miércoles, 28 de Febrero de 2024 Tiempo de lectura:

Nuestro hijo no se comporta de una determinada forma sin ningún sentido. Está buscando cubrir una necesidad que si no sabemos detectar no podremos gestionar.

 

El principal propósito de nuestro hijo (sobretodo en la primera infancia- entre los 0 y los 6 años-) es cubrir su necesidad de pertenencia y de contribución.

 

Estas son las dos necesidades básicas que buscan cubrir (por supuesto no con los métodos más adecuados, porque no disponen de esa gestión emocional para trasladarnos su necesidad), pero si conocemos un poco cómo funciona cada etapa en el desarrollo socioemocional de nuestros hijos nos será más fácil identificar la necesidad que nos quiere trasladar y podremos adaptar las estrategias.

 

El sentido de pertenencia y contribución en la primera infancia es fundamental para el desarrollo emocional, social y cognitivo saludable de los niños y la forma en que los niños expresan estas necesidades van variando según su etapa de desarrollo.

 

Desde el nacimiento, los bebés buscan vínculos emocionales con sus cuidadores principales. Sienten seguridad y pertenencia cuando son atendidos con amor y cuidado. A medida que crecen, comienzan a mostrar interés por recibir ese feedback o esa interacción con sus familiares, como una forma de afianzar y confirmar ese sentido de pertenencia (por ejemplo sonreír en respuesta a la atención de sus padres o buscar contacto visual).

 

En torno a los 2 años, los niños comienzan a desarrollar una mayor conciencia de sí mismos y de su entorno social. Empiezan a mostrar interés en pertenecer a grupos, como la familia, el grupo de juegos en el parque o en la escuela infantil. Y empieza a expresar su deseo de contribuir, por ejemplo, quieren ayudar en lo que sea que estén haciendo sus padres en casa o empiezan a imitar la contribución jugando a realizar tareas domésticas.

 

A medida que los niños entran en la etapa escolar, su sentido de pertenencia se expande para incluir la pertenencia a la comunidad escolar y a grupos de amigos. Quieren ser aceptados y valorados por sus compañeros y maestros, y así continuamente se va expandiendo y adaptando este propósito de pertenencia.

 

El objetivo de todo comportamiento es lograr sentir que se forma parte de algo (que se pertenece) en este caso al núcleo familiar, y que se es importante dentro de este grupo (que sus acciones son valiosas y significativas), que contribuye.

 

El primer y más importante vínculo que tienen los niños es con su familia de origen, con sus padres, con sus cuidadores, y sienten un miedo atroz a no pertenecer y no ser considerados dentro de ese vínculo. Porque su cerebro todavía es reptiliano, es decir, siempre está en modo supervivencia. Sienten pánico a no sentirse protegidos por su manada. Y sentirse protegidos, pasa por sentir que forman parte de esa manada, que son valorados y validados por sus padres/cuidadores.

 

En la mayoría de las ocasiones, el mal comportamiento no es más que su intento para lograr ese sentido de pertenencia e importancia y si esa necesidad la sienten cubierta (si se sienten seguros de tenerla dentro de la familia), no sienten la necesidad de buscarla por sus métodos, y eso, mejora y facilita mucho las relaciones.

 

Voy a dar ejemplos típicos del día a día que reflejen esa necesidad de pertenencia y de contribución.

 

Si por ejemplo estamos comiendo en casa, y mi pareja y yo comenzamos a hablar de temas de adultos, en los que el niño se siente excluído, lo más probable es que al rato el niño comience a hacerse notar, a hacer ruido, a llamar la atención...y si la situación sigue y nuestra estrategia es mandarlo a callar o llamarle la atención por su comportamiento, terminaremos en berrinche probablemente.

 

Lo mismo nos pasaría a nosotros como adultos en una situación parecida. Si salgo a comer con unas amigas y entre ellas se ponen a hablar de temas en los que yo no puedo aportar o que es un tema sólo de ellas, yo me sentiré excluida y empezaré a sentirme incómoda. La diferencia es que yo como adulta tengo maneras de gestionarlo, quizás puedo hacer algo por derivar la conversación hacia un tema en el que pueda contribuir y sienta que pertenezco o puedo decir abiertamente que me siento incómoda.

 

Los niños no tienen esas estrategias y podemos evitar sus llamadas de atención siendo consciente de sus necesidades sin que ellos tengan que llamar nuestra atención para que nos demos cuenta.

 

Otra situación, que refleja la necesidad de contribución podría ser:

 

Le digo a mi hijo: cariño, vamos a desayunar.

 

Y ya le tengo preparada su taza roja en la mesa, eso simplemente puede desencadenar en un berrinche porque quiere la taza azul. No es que quiera la taza azul y ese sea el motivo de su desborde, no es que sea un niño caprichoso o malcriado.

 

Si yo soy capaz de ver más allá del comportamiento y entender que lo que mi hijo busca es sentir que su opinión y su decisión es validada, es decir, que dentro de sus posibilidades contribuye a la dinámica familiar, probablemente en vez de eso le diré algo como…

 

Cariño vamos a desayunar: ¿prefieres la taza azul o la roja? Y probablemente esa sola acción haga que el niño sienta que contribuye con sus decisiones y no necesite más.

 

O si es la hora de recoger los juguetes. Es mucho más efectivo y práctico decirle...cariño, desde que termine ese capítulo de la serie o desde que termines eso que estás haciendo, tenemos que recoger los juguetes. ¿Quieres hacerlo solo? ¿o te ayuda mamá?

 

Es decir, la pauta está clara, hay que desayunar o es la hora de recoger, pero primero, nos anticiparemos avisándole de lo que viene ahora y segundo nos anticiparemos a cubrirle su necesidad de contribución dándole opciones.

 

Con este principio básico ya tenemos 3 estrategias muy potentes y que vamos a tener siempre presentes: anticiparle siempre lo que va a pasar (dentro de las posibilidades), anticiparnos a cubrir esa necesidad para que no tengan que llamar la atención para conseguirlo (ya sea la necesidad de pertenencia o la de contribución) y dar opciones. Opciones limitadas, siempre que sea posible y en función de la dinámica familiar.

 

Les invito a poner en práctica estas estrategias y comprobar cómo eso ayuda a mejorar nuestra dinámica familiar.

 

Y siempre recordar que “no sólo somos padres/madres, somos entrenadores de vida”

 

Harídan Suárez

Trabajadora social y Educadora de Disciplina Positiva para las familias

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