
En los primeros años de vida, los cimientos emocionales de un niño se establecen con cada interacción, cada expresión facial y cada palabra hablada en el hogar.
Es en este espacio íntimo donde se forja el vínculo entre la capacidad de reconocer y gestionar emociones y la futura resiliencia emocional de un individuo. La disciplina positiva y la gestión emocional en la primera infancia son pilares fundamentales para el desarrollo integral del niño, sentando las bases para su bienestar presente y futuro.
Debemos entender, que la crianza de un niño no se limita a satisfacer sus necesidades físicas básicas, sino que también implica nutrir su mundo emocional. Desde los primeros meses de vida, los bebés son capaces de experimentar una amplia gama de emociones, desde la alegría y la curiosidad hasta la frustración y el miedo. Estas emociones son parte integral de su desarrollo y les ayudan a entender el mundo que les rodea. Sin embargo, los niños pequeños aún no tienen las habilidades necesarias para gestionar eficazmente estas emociones, lo que puede llevar a comportamientos desafiantes y dificultades en sus relaciones con los demás.
El reconocimiento de las emociones es el primer paso hacia su gestión saludable. Al nombrar y validar lo que el niño está sintiendo, se le proporciona una comprensión básica de sus propias experiencias emocionales, lo que contribuye a desarrollar su inteligencia emocional. Este proceso ayuda al niño a aprender a regular sus emociones, a entender la conexión entre sus sentimientos y sus acciones, y a desarrollar empatía hacia los demás.
La comunicación abierta y honesta sobre las emociones en el hogar es fundamental para este proceso. Los padres y cuidadores tienen la responsabilidad de modelar una actitud positiva hacia las emociones, mostrando que todas son válidas y que es natural experimentarlas en diferentes situaciones.
Existen varias estrategias que los padres, cuidadores y educadores pueden utilizar para ayudar a los niños a gestionar sus emociones desde una edad temprana. En primer lugar, como ya hemos comentado, es importante validar las emociones del niño, reconociendo y aceptando lo que está sintiendo. Esto les ayuda a sentirse comprendidos y les enseña que está bien expresar sus emociones. También es útil enseñarles palabras para describir sus sentimientos, lo que les permite comunicarse de manera efectiva. Además, proporcionar un entorno seguro y de apoyo es fundamental, lo que implica establecer rutinas predecibles, ofrecer consuelo cuando sea necesario y modelar comportamientos emocionalmente saludables. También es importante enseñar a los niños estrategias de afrontamiento, como la respiración profunda o el contar hasta diez, que pueden usar cuando se sientan abrumados por sus emociones
En resumen, el reconocimiento y la gestión emocional en la primera infancia son fundamentales para el desarrollo integral de un niño. Al brindar un ambiente empático y comprensivo en el hogar, los padres y cuidadores no solo están cultivando la resiliencia emocional de sus hijos, sino que también están sentando las bases para su bienestar emocional a lo largo de la vida.
Hablar abierta y honestamente sobre las emociones en casa es un regalo invaluable que perdurará mucho más allá de la infancia. Como padres, cuidadores y educadores, tenemos la responsabilidad de cultivar un ambiente que fomente la salud emocional de nuestros niños, sembrando así las semillas para un futuro lleno de bienestar y resiliencia.
Harídian Suárez
Trabajadora social y educadora de disciplina positiva para las familias































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