Los Espacios Violetas de las bibliotecas, tan urgentes como necesarios
El 24 de octubre del pasado año, fecha en la que se commemora el Día de las Bibliotecas en recuerdo del incendio que destruyó en 1992 de la emblemática Biblioteca de Sarajevo, conté con el honor, a instancia de Carlos Ruiz, concejal del área de Patrimonio Histórico, Archivo y Biblioteca del Ayuntamiento de Gáldar, y del director de la Biblioteca municipal, Juan Carlos Cabrera, de inaugurar el primer espacio violeta que se instalaba como tal en la Biblioteca municipal de Gáldar.
La puesta en marcha de este espacio, que vino a sustituir el Rincón de Igualdad que había existido hasta la fecha en el edificio, supuso para mí una ocasión preciosa para reflexionar en torno a la presencia de las mujeres que escriben en los espacios dedicados a los libros y a la cultura.
Cuando en la década de los viente del siglo pasado, la Universidad de Cambrige encargó a la escritora británica Virginia Woolf la elaboraciónn de un conjunto de conferencias sobre la mujer para ser impartidas en dos colleges femeninos del campus universitario, lo primero que hizo la autora y editora inglesa fue acudir a la insigne Biblioteca británica a fin de localizar material cuya temática estuviera centrada en la mujer.
Fue entonces cuando constató algunas premisas de la realidad social de su época tan importantes que marcaron el devenir de la teoría y pensamiento feminista en occidente y que planteó, entre otras cuestiones, la posición de la mujer dentro del campo de la creación literaria, tanto como autora como protagonista de las obras.
Estas constataciones se podrían centrar en dos. Por un lado, la presencia de una gran cantidad de libros que tenían como temática a la mujer desde todos los puntos de vista imaginables pero, -y aquí viene el quid de la cuestión-, todos escritos por varones; y por contra, la escasa existencia de libros escritos por mujeres entre los miles que se apilaban en las estanterías de la biblioteca inglesa.
Es decir, lo que la editora británica puso de relieve es que eran los hombres los que escribían, ficcionaban o realizaban ensayos y estudios sobre la mujer pero sin contar con ella, hasta tal punto que era escritor varón quien escribía sobre cómo sentía, vivía o pensaba la mujer pero lo hacía desde su propio pensamiento, creencias y prejuicios culturales.
Además, la incursión de la autora de ‘Orlando’ constató que las obras literarias o/y científicas de las mujeres no tenían espacio en las bibliotecas, con lo cual no sólo no se las podían leer sino que, además, para cualquiera que fuera a consultar algún tema a la biblioteca relativo a las mujeres, obtendría una versión mediatizada únicamente por la visión masculina.
En conclusión: las mujeres estaban excluidas de cualquier tema que las concerniera, porque siemplemente no estaban. No existían.
Todas y todos sabemos que es a través de la cultura cómo se justifican y aseguran los comportamientos de un grupo social humano. La cultura transmite símbolos y normas y, sin duda, la literatura es una herramienta básica para transmitir esos símbolos, valores y normas.
Virginia Woolf expuso estas conclusiones en el ensayo que bajo el título 'Una habitación propia' vio la luz en 1929, una obra que vendría a constituir uno de los pilares fundamentales del pensamiento feminista occidental. Fíjense en la fecha: 1929 ¡Hace casi un siglo! Y todavía hoy debemos y tenemos que seguir hablando de igualdad y de dar visibilidad de las escritoras porque el camino hacia la igualdad ha ido dando pasos gracias a mujeres como Woolf, cierto, pero la realidad es bien tozuda y los datos nos hablan y nos cuentan que todavía nos queda mucho por hacer.
La infrarrepresentación de las mujeres en todos los ámbitos sociales, culturales, políticos y económicos de nuestras sociedades, en el pasado y en el presente, es más que evidente y eso nos debe preocupar ya que no se ajusta a la realidad contemporánea. Además esta escasa representación de la mujer nos obliga como colectivo humano a desechar una parte de nuestro legado cultural, lo que no hace más que continuar fragilizando la posición de las mujeres en el todo social y cultural del que forma parte.
Un estudio realizado por la subdirección general de Coordinación Bibliotecaria relativo al año 2019, constataba que el 76,70% de las publicaciones de la Biblioteca Nacional de España tendían autoría masculina frente al 23,30% de autoría femenina. ¿Nos hablan los datos o no?
Concibo las bibliotecas públicas como espacios de inclusión y acogida sin importa el género, la raza, la condición social o la orientación sexual de sus personas usuarias. De ahí la importancia de la existencia de espacios como el Espacio Violeta de la Biblioteca municipal de Gáldar.
Lo que no se nombra, no existe. Que las aportaciones científicas, deportivas, filosóficas, artíticas, literarias y de toda índole, no se nombren es la forma más palpable de perpetuar la histórica invisibilización ejecutada sobre el cincuenta por ciento de la humanidad.
Con el siglo XXI, se ha generado toda una corriente social que aboga por dar visibilidad a la mujer en todos los ámbitos (a pesar de que existan, como existen, partidos políticos y grupos sociales empeñados en hacernos retroceder en los logros sociales, pero eso es un tema que abordaré en otro momento), que se ha materializado en el acto mismo de nombrar a las autoras, dándoles espacio y presencia, no sólo en los fondos y catálogos de las bibliotecas, sino creando un espacio específico dotado de los recursos materiales y fondos especializados indispensables para acometer la formación y la investigación en materia de femenismo y estudios de género.
En Canarias contamos con diversos espacios violetas ubicados en bibliotecas, por ejemplo, el de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, o los de las bibliotecas de Arona, Arucas, Gáldar y Tacoronte, por nombrar algunos. En todo caso, seguro que todavía son muy pocos para la gran labor que realizan. Por eso me congratulo aún más por la existencia de los mismos y animo a todas las entidades, tanto públicas como privadas, a apostar por la igualdad y la diversidad impulsando la creación de este tipo de recursos, tan urgentes como necesarios.
Mientras eso llega, les invito a acudir al espacio violeta de su biblioteca más cercana y disfrutar de la lectura de sus fondos bibliográficos que, estoy segura, les adentrarán en un amplio universo literario diverso y diferente. En ellos, aprenderán mucho de todas las que antes no estaban pero ahora sí están. Se merecen que, al menos, las conozcamos.
Josefa Molina





























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