
De un tiempo a esta parte es preceptivo que las obras públicas, no sé si privadas, luzcan en lugares visibles un cartel informativo que indique, entre otros aspectos, la obra a realizar, su importe y duración.
Sin embargo, una vez finalizada, nadie quita el cartel en cuestión: ni la empresa que ha ejecutado la obra, ni ningún organismo oficial que se precie. Así, como muestran las fotos, lucen carteles que nadie lee, que la gente ya ni siquiera ve porque, sencillamente, se han convertido en una especie de adorno que tiene aires y pretensiones de permanecer., aunque ya no sirvan para nada.
Las autoridades competentes, sean las que sean, de todos los colores, incluso sabores, deberían estar con más “ojo avizor”: si la obra ha concluido es bueno que desaparezca también el dichoso cartelito que sirve sólo para distorsionar la realidad y el entorno.
Sin embargo, los tiempos actuales son lo que son y anda uno mirando con detenimiento ante tanta ineficacia esperpéntica; lo mismo sucede con los numerosos conductores que no utilizan los intermitentes, pero eso es otra historia.
Sí, sí, ya lo sabemos: son detalles pequeños, incluso menores, pero detalles que entorpecen el natural espacio urbano y arquitectónico. Y dificultan siempre el conjunto en el que se encuentran. ¿O no? Incluso algunos destapan las vergüenzas no realizadas de promesas electorales incumplidas y siempre eternas.
Canarias, S.A. Uuufff!!!
Juan FERRERA GIL
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