Como si no hubiera pasado nada

A mi padre le dieron por muerto. Sí, muerto en combate, según el telegrama que recibió mi abuela un día del mes de junio de 1937 y fue entregado en mano por aquel guardia no muy espabilado, de nombre Nicolás, que, a gritos, entrando por la portada abierta de la finca, fue llamando a mi abuela, adelantando el contenido de la misiva:
-¡Juanita! ¡A su hijo Antonio lo mataron en el Frente!
Mi abuela, sin quitarse los restos de masa de sus manos, leyó que, efectivamente, en ese trozo de papel, de forma impersonal, le comunicaban la muerte de su hijo mayor, que rubricaban con un ¡viva Franco! y ¡arriba España!
Se sentó destrozada en la silla de anea y se fue limpiando lentamente la masa adherida a sus manos, y en voz baja, apenas un murmullo, le pidió a Nicolasito, el guardia, que fuera a buscar a su marido, que estaba arando el huerto de abajo. Este guardia, queriendo consolarla, le dijo:
-No se aflija tanto, cristiana, que aún le quedan dos hijos más en el Frente.
Mi abuela terminó de hornear el pan que faltaba, pues, a pesar de las desgracias, sus siete hijos restantes tenían que comer. Luego se fue a su cuarto, se puso un pañuelo negro que se ató al quejo y preparó los lutos de su marido mientras iba sorbiendo sus lágrimas junto con la agüita de alsándara. Sus hijos más pequeños la miraban calladitos, con los ojos muy abiertos, sin entender mucho lo que pasaba.
Al día siguiente, ya tapados los espejos con sábanas y la lamparilla de ánimas encendida delante de la foto de su hijo vestido de soldado, mi abuelo, con el cachorro negro hundido hasta las cejas, la corbata de igual color remetida en su camisa, puesta la chaqueta con el brazalete de duelo en una manga, se dispuso a subir al pueblo a encargar los correspondientes responsos y, de camino, avisar a sus parientes. Fue entonces cuando volvió a entrar, corriendo, el mismo guardia con otro telegrama donde el Gobierno se excusaba por la confusión:
-El muerto no es su hijo. ¡Viva Franco! y ¡arriba España!
Como si no hubiera pasado nada.
Texto e ilustración: Juana Moreno Molina






























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