Siempre tenemos demasiados libros por leer

Josefa Molina

[Img #10531]Hace unas semanas conté con la estupenda oportunidad de asistir a una conferencia del profesor emérito de la Universidad Complutense de Madrid, Antonio Manuel González Rodríguez, sobre la obra pictórica 'La Bacanal de los Andrios' del pintor italiano Tiziano, celebrada en el Museo Agáldar.

 

La disertación de González constó de un total de tres horas durante las cuales el profesor, natural de Gáldar, hizo gala de forma muy docta de sus amplíos conocimientos en materia tanto de arte, filosofía, literatura y mitología griega como de música y astrología.

 

De esta brillante conferencia, además de tener la aportunidad de adentrarme de una forma didáctica preciosa en los entresijos de los detalles y en la genialidad que el pintor renacentista explayó en la obra La bacanal de Tiziano, extraje varias consideraciones. La primera, la importancia de acudir a la lectura de los clásicos y de los griegos como base indispensable de nuestra cultura; la segunda, de cómo sólo la lectura y la investigación tienen el fantástico poder de acercarte al conocimiento y a la erudición y la tercera, la importancia de los libros como herramientas que tenemos a nuestra disposición para acceder al conocimiento.

 

Soy de las personas que cada vez que visita una librería, regreso a casa con uno, dos o hasta tres libros bajo el brazo, a sabiendas de que esos libros tendrán que esperar sobre mi mesa o en mi librería personal a ser leídos.

 

Lo cierto es que, para los que amamos la lectura, siempre tenemos demasiados libros por leer. Es entonces cuando me planteo si contaré con el tiempo necesario para leer todos esos libros que durante mi vida he ido adquiriendo y que compro con la intención real de ser leídos, no para que formen parte de la caótica decoración de mi salón.

 

Para mí un libro es algo más que un instrumento hecho de papel lleno de palabras, pegado o cosido por un lomo. Para mí un libro es lo más parecido a una caja del saber, a un arca del conocimiento, una que te ofrece la oportunidad de conocer otros mundos, de adentrarte en otras formas de observar la vida, además de constituir un maravilloso cofre de los tesoros que actúa como notario y testigo de lo que sucede en cada momento histórico de la humanidad.

 

Precisamente, hace unos meses tuve la oportunidad de leer el ensayo del escritor mexicano Gabriel Zaid que lleva por título ‘Los demasiados libros’, un texto cuya lectura reconomiendo encarecidamente.

 

En su ensayo, afirma Zaid que “lo deseable no es que todos los libros tengan millones de lectores, sino todos los lectores a los cuales tienen algo que decirles”. Es decir, lo importante no es leer todo -me temo que no contamos con el tiempo de horas ni de vida para ello- sino leer los libros que resulten más adecuados para cada una de nosotras y nosotros, porque lo importante de la lectura no es el número de libros que leemos, sino qué impacto realiza en cada una y uno de nosotros, es decir, cómo nos deja después de su lectura, cómo actuamos después de leer un libro.

 

Siguiendo a nuestro autor mexicano, hacer cultura es establecer una conversación. Publicar un libro es ponerlo en medio de una conversación; organizar una librería o una biblioteca es organizar una conversación.

 

La importancia de la lectura, por tanto, es que crea una conversación: la que se establece entre la persona que escribe una novela, crea un poema o reflexiona sobre determinado tema a través de un ensayo, y la persona que lee esa novela, ese poema o ese ensayo.

 

La cultura es conversación, diversión, inspiración. La cultura se manifiesta y reproduce en el espacio en corto, en el tú a tú. De ahí la importancia de las lecturas en las calles y plazas, de los clubs de lectura, de las obras de teatro, de la música en vivo, de las exposiciones de arte,… porque a través de estas actividades estamos conversando. Leer es conversar, es mantener un diálogo.

 

Por supuesto que leer exige esfuerzo, exige horas, exige constancia, algo de lo a veces carecemos o simplemente, no estamos dispuestos a invertir porque preferimos dedicar nuestro tiempo a ver una serie en la televisión o contemplar como tontos ensimismados vídeos de tiktokers en la redes sociales.

 

De esta forma, no nos obligamos a pensar, no nos fustigamos activando nuestra masa gris. Ya que leer nos exige concentración, exige que nuestro intelecto se mueva.

 

Ahora bien, como todo lo que requiere un esfuerzo, nos ofrece posteriormente una recompensa. Leer también. Nos permite crecer intelectualmente; nos invita a desarrollar nuestra propia opinión sobre lo que nos rodea; nos invita a no ser manejables, a ser menos influenciables. Nos otorga la capacidad para contar con argumentos obtenidos desde el conocimiento y el raciocinio.

 

Y claro, ser personas con criterio no suele interesar a un mercado que lo único que busca es que consumas sin rechistar ni a grupos políticos o empresariales que organizan el mundo en pos de sus propios intereses.

 

Así que, aunque nos vendan que el hábito de la lectura no sirve para nada, sirve para todo: nos aporta felicidad, nos insufla vida, nos revive cuando lo necesitamos. En definitiva, nos hace seres más libres. ¿No es eso lo que buscamos todas y todos?

 

Así que pues, léamos y seamos libres. Que para esto estamos aquí.

 

¡Salud y literatura!

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