Maternidad y crianza consciente

La maternidad no va de controlar y gestionar los comportamientos o emociones de tus hijos. Va de controlar y gestionar tus propios comportamientos y emociones para que tus hijos tengan un buen referente

Haridian Suárez Vega Miércoles, 17 de Enero de 2024 Tiempo de lectura:

Qué difícil la crianza. Siempre pendiente de que el niño se comporte bien, que aprenda modales, que sea respetuoso. Siempre corrigiendo comportamientos. Siempre pendiente de ellos.

 

Pero te voy a decir algo revelador:

La maternidad no va de controlar y gestionar los comportamientos o emociones de tus hijos. Va de controlar y gestionar tus propios comportamientos y emociones para que tus hijos tengan un buen referente.

 

No solo somos madres o padres, somos entrenadores de vida.

 

Tus hijos, utilizarán las herramientas que te hayan visto usar, gestionará los conflictos como los haya visto gestionar en casa. Se relacionará según como se relacionen con él en casa. Somos su primera experiencia con una relación y en el resto de sus relaciones buscará el reflejo en lo que ya conocen.

 

Por eso la maternidad consciente o la crianza consciente va precisamente de eso, de ser conscientes de nuestras actuaciones. De poner el foco en nuestro crecimiento personal para ser el mejor ejemplo para nuestros hijos. De tener la certeza de que las respuestas de nuestros hijos dependen de si les hacemos las preguntas adecuadas.

 

De entender que para ayudar a desarrollar un ser humano empático y respetuoso, primero ha de sentirse comprendido y respetado. Que para aprender a comunicarse de forma asertiva tiene que haberlo experimentado antes. Que para ser amoroso y bondadoso, han de haberlo sido con él primero.

 

Porque eso de humillar para que aprendan a no humillar, o gritarles para pedirles que no griten, o darles una torta para que aprendan que no se pega…no solo es totalmente incongruente, sino que dice mucho de nuestra falta de herramientas y estrategias para la crianza y la educación.

 

Y no, no significa que no haya momentos de desborde emocional en los que se te escape un grito, o una frase desafortunada, o una mirada acusadora….significa que debemos ser conscientes que ese no es el camino adecuado. Y cambiar de rumbo. Pedir perdón a nuestros hijos y prometerles que lo haremos mejor, porque estamos en el camino del aprendizaje consciente.

 

Significa que debemos enseñarle a nuestros hijos que también somos vulnerables, todos los somos. Sin miedo a perder autoridad (porque sin vulnerabilidad no hay autoridad, hay miedo). Porque es una lección maravillosa para nuestros hijos saber que todos erramos, los adultos también. Que la vida es un aprendizaje y que sin error no hay acierto.

 

La maternidad es una oportunidad maravillosa para autoconocerse, una oportunidad de reconciliarte contigo misma, de tener la motivación y la energía más potente para intentar ser tu mejor versión.

 

Conciencia y regulación emocional son competencias emocionales básicas para afrontar los retos de la vida y constituyen un factor protector ante conductas de riesgo. Pero para desarrollarlas en nuestros hijos, primero debemos tenerlas nosotras, trabajarlas, abrazarlas.

 

Queremos hijos que sepan afrontar los problemas con positividad, que se sientan seguros de sí mismos, que intenten rodearse de gente que les hagan felices y sepan alejarse de aquellos que puedan resultar tóxicos para su vida.

 

Eso es la inteligencia emocional.

 

Es tan importante el autoconocimiento y la gestión emocional que las investigaciones sobre los procesos de aprendizaje apuntan que la emoción y la cognición son inseparables. Este vínculo se establece por múltiples razones, entre ellas, porque las emociones influyen en la capacidad de razonamiento, la memoria, la toma de decisiones y la actitud para aprender. Por ello, se considera que las emociones forman parte del proceso de aprendizaje.

 

Construir climas emocionales positivos es tu función como madre. Esto permitirá a tus hijos estar motivados, sentirse bien y aprender mejor.

 

Los niños que crecen con una educación, tanto en el entorno familiar como en el escolar, donde se da prioridad a la Inteligencia Emocional, están más preparados para afrontar cualquier obstáculo con el que se encuentren y para saber cómo alcanzar cualquier meta que se propongan o se les presente, ya sea personal o profesional.

 

Así que para tener hijos sanos emocionalmente primero debemos sanar nosotras, y hacernos conscientes. Y vale la pena. Porque nos ayuda a trabajarnos y a darle herramientas y estrategias adecuadas a nuestros pequeños.

 

“Construir niños sanos emocionalmente evita tener adultos rotos”

 

Harídian Suárez, trabajadora social y educadora de Disciplina Positiva para las familias

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