
Quizás lo más difícil de la crianza y la educación de nuestros hijos e hijas son los conflictos del día a día. A veces tenemos la sensación de que nuestra vida como padres/madres se basa en ir apagando fuegos, resolviendo pequeños conflictos interminables, tratando de llegar vivos al final del día, y con la sensación frustrante de toda la energía perdida por el camino.
Y es que claro, hay dos detonantes que normalmente están presentes y que hacen que estalle el conflicto.
Por un lado, que muchas de las cosas importantes para los adultos (el orden, la limpieza, el respeto…) y que nos generan conflicto (a los adultos) son muy poco importantes para los niños y niñas, y sin embargo, queremos su colaboración para solucionarlos (pero que además, y si puede ser, que lo hagan de buena gana, con una sonrisa, rápido y sin rechistar).
Y a esto se une que, por otro lado, muchos de los métodos que usamos frecuentemente para comunicarnos con ellos son poco eficaces y nos llevan a soluciones difíciles o casi imposibles.
Y es que, si algo que para mí (el niño o niña) no es importante y además me pides mi colaboración con un método que me genera rechazo, pues…el conflicto está servido.
Por eso, ante un conflicto, lo primero que debemos hacer en la educación y la crianza, es mirarnos a nosotros mismos. ¿Cómo actuamos para solucionar estos conflictos? ¿Qué estrategias le estoy dando a mi hijo para resolver la situación? ¿Cómo nos comunicamos con ellos? ¿Qué tipo de madre/padre soy?
Pongamos de ejemplo una situación muy típica que genera conflicto. Un cuarto desordenado.
Apuesto a que todos hemos sido más de una vez alguno de los siguientes tipos de madre/padre en estos casos . ¿Te identificas con alguno?:
La madre sargento: “Recoge ahora mismo todos tus juguetes y deja de llorar. Es la última vez que juegas en la sala, te lo he dicho mil veces”.
La madre amenazas: “No vas a cenar ni a ver la tele como no recojas ahora mismo todos tus juguetes. Te los voy a acabar tirando a la basura”.
La madre interrogatorio: “¿Por qué dejas siempre todo tirado? ¿No sabes que se pierden las cosas y se rompen si eres así de desordenado? ¿Qué has estado haciendo hasta ahora? ¿Por qué no puedes jugar en tu habitación?”
La madre crítica: “Eres un desastre hija mía, parece que tienes tres años en vez de siete. No sé si eres sorda o te lo haces”.
La madre comparación: “Tu hermano siempre recoge sus cosas y no monta estos numeritos”.
La madre diagnóstico: “Lo que te pasa es que te quedas atontado viendo la tele y luego no tienes tiempo para recoger las cosas”.
La madre sermón: “Tendrías que usar un juguete y recogerlo antes de sacar otro. Tienes que aprender a ser responsable con tus cosas”.
La madre lógica: “Sacas un juguete y lo dejas tirado, y así todo el rato. Para la hora de la cena esto es una leonera y no una casa donde se pueda cenar”.
La madre negacionista: “Que no me llores, que no tienes ningún motivo para ponerte así”
¿Te suenan? Todas/os asumimos alguno de estos roles en algún momento. O más de uno. O los hemos probado todos. Nos sale solo. Lo llevamos marcado a fuego. No pasa nada.
Lo importante es ser conscientes de que este tipo de respuestas ante un conflicto no ayuda a nuestros hijos a buscar soluciones, porque nos centramos en juzgarlos a ellos como personas y no a enseñarle el modo correcto de comportarse para una próxima ocasión. Este tipo de respuestas normalmente actúan como “barreras” para la comunicación, provocando que el niño o niña se muestre reacio a establecer un diálogo.
Sin embargo, esto no quiere decir que no debamos dar una orden o hacer un diagnóstico con nuestros pequeños, a veces será necesario. Pero debemos ser conscientes de que cuando queramos propiciar un verdadero diálogo y buscar soluciones, este tipo de respuestas serán serios obstáculos.
Pero… ¿Y si vemos los conflictos como una maravillosa oportunidad de aprendizaje? ¿y si los aprovechamos como una oportunidad valiosísima para enseñar a nuestros retoños a relacionarse? ¿para ayudarlos a madurar? Los conflictos sirven como motor de cambio y bien gestionados ayudan a tener relaciones más duraderas y profundas. Así que, vívelos como una oportunidad y no como un desgaste de energía.
Este es el primer y más importante paso, ser conscientes de que el resultado que obtengamos por parte de nuestros hijos dependerá de nuestra respuesta ante el conflicto y que está en nuestras manos.
Cuando te encuentres ante un conflicto con tus hijas e hijos prueba las siguientes estrategias para desarrollar una comunicación más eficaz y sana:
-
Ser específicos. Definir lo que opinamos, lo que pedimos o queremos y realizar propuestas concretas.
-
Procurar ser breves. Repetir varias veces lo mismo o alargar el discurso de forma excesiva puede hacer que los niños desconecten o nos tomen por pesados. Es mejor dejar claro lo que esperamos de ellos y dar tiempo para que ellos mismos lo gestionen, sin recordárselo constantemente.
-
Ser precisos al expresar un desacuerdo o una crítica mencionando la conducta concreta que nos desagrada y no a la persona en su totalidad.
-
Intentar no mezclar temas. A veces aprovechamos una discusión para comentar otro asunto que nos preocupa o reprochar algo del pasado (y los niños también aprenderán a hacerlo).
-
No ir acumulando emociones negativas sin comunicarlas. Éstas pueden conducir a un estallido emocional desproporcionado.
-
Hablar en positivo. Centrarnos en lo que creemos que debe hacer y no en lo que está haciendo mal.
-
Ser pacientes, negociar y marcar límites claros.
Harídian Suárez
Trabajadora social y Educadora de Disciplina Positiva para las familias































Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.120