
Aun con la resaca del 31 haciendo estragos en mi cabeza y mi estómago me ha apetecido escribir para compartir con ustedes unas reflexiones. Antes que nada, feliz año 2024 a todos.
En mi artículo de hoy me gustaría mojarme en un tema en el que nunca lo hago. Tengo mis ideales, sé lo que pienso al respecto, pero normalmente cuando sale el tema, asiento y sonrío. Pero mi neurona más preguntona está a tope y necesito ver si alguien me ayuda a darle respuestas.
La lucha contra el machismo y el patriarcado está en boca de todo el mundo todo el tiempo. De cualquier cosa mínima hacemos una guerra para tratar de conseguir que las mujeres seamos consideradas en igualdad de condiciones que los hombres.
Este año en concreto, con la lucha que han llevado a cabo las jugadoras de nuestra selección de fútbol, lideradas por Jenni Hermoso que recibió un beso sin consentimiento, dicen que hemos dado un paso de gigante. ¿En serio?
Llega el 31 de diciembre y parece que todas estas cosas se olvidan. Todas las luchas desde que Clara Campoamor consiguió el voto femenino hasta que Jenni Hermoso reivindicó su derecho a no ser besada, pasando por un montón de mujeres que a lo largo de la historia han luchado por nosotras, se esfuman por arte de magia cuando toca lucir palmito para presentar las campanadas.
Puede ser que muchos me digan que el primer derecho de la mujer es el derecho a hacer y vestir como le apetezca. Sí, estoy completamente de acuerdo. Libres para decidir todo lo que sea pero, ¿salir medio desnuda delante de todo el país al lado de un señor que va perfectamente trajeado no denigra a la mujer? Y conste que no hablo de ninguna en concreto, todas las presentadoras de las campanadas se exponen esa noche: escotes de vértigo, vestidos ajustados, vestidos que no parecen vestidos, ¿y ellos? Esmoquines preciosos, capas lustrosas. ¿Dónde están las feministas esa noche?
Desde el punto de vista actual, si permito que mi novio me llame “princesa” me estoy denigrando como mujer, si tengo un bebé y consiento que mi entorno me ayude, estoy perdiendo mi valor como mujer empoderada, si decidimos que me quede en casa y cuide de mis hijos mientras su padre trabaja, estoy tirando piedras sobre mi tejado de mujer liberada…y así un millón de ejemplos más, pero llega el 31 y nada importa.
Como canta Melendi “que la falda, sea tan corta como quieras que el problema es del que mira…” Vale, lo acepto, pero luego no vengamos a querer reivindicar que nos respeten igual que a los hombres cuando, por nuestra propia conveniencia, nosotras mismas no nos respetamos.
































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