"Sillón de Orejas"
Desde que Javier Marías nos dejara tempranamente, al igual que Almudena Grandes, (“madrugó temprano la madrugada”), a la vez sucedió que el crítico literario Manuel Rodríguez Rivero, con su Sillón de Orejas al hombro de su excelente pluma, también nos abandonaba desde Babelia: por lo visto, en la “reforma babeliana” que se anuncia, ya no interesan las opiniones del experto, al que seguimos desde mucho antes de que desembarcara en EL PAÍS. Tres ausencias difíciles de superar. Sus artículos, sus pareceres, sus aciertos y errores, que de todo ha habido, nos han ido acompañando los últimos años y, aun hoy, los seguimos echando de menos. Inevitablemente. Han caminado a nuestro lado durante tanto tiempo que nos considerábamos amigos suyos en la distancia que ofrece el frío papel con su tinta indeleble.
Y aún hoy nos preguntamos el porqué de la ausencia babeliana. Al fin y al cabo, Babelia sigue manteniendo su línea y que haya prescindido de la sana crítica de libros que Rodríguez Rivero, cada sábado desde 2008, nos ofrecía de manera muy personal es, cuando menos, para hacérselo mirar: no logramos entender “la sabia decisión de la superioridad”. No entendemos esta forzada ausencia; en el caso de los dos escritores antes reseñados (“esto es la vida, amigos!!”) tampoco la comprendemos: por qué nos han dejado tan pronto…¡¡con lo que aún les quedaba por decir y escribir!!
Y todo esto viene a cuento porque hay firmas, opiniones, pareceres, que nosotros, los desconocidos lectores, sentimos que necesitamos por encima de todo. Y si no fuera porque la vida es la vida, otras decisiones, nacidas en los despachos, nos resultan descorteses e impropias de quienes dicen manejar la cultura. Que el Sillón de Orejas, la sección denominada así por Rodríguez Rivero en Babelia, haya desaparecido es producto de una arbitrariedad infinita. Y de una injusticia acorde con estos tiempos tan líquidos, raros y convulsos que ahora habitamos. Y no se puede destruir lo que funciona.
Como lo único que nos ataba a este mundo de las letras nos ha sido arrebatado, no por la vida misma, que también, sino por unas “sabias” decisiones que nos recuerdan la época en que un director-corresponsal nos arrebató EL PAÍS, viene a resultar que la existencia es una rueda que siempre gira y, en ocasiones, se muestra de manera esquiva y adversa. Y así nos va. Sigan ustedes, señores jefes, prescindiendo de voces autorizadas y efectivas, que yo les recuerdo que hay otros medios, otros lugares, otras formas de enfocar la mirada y otras maneras de descubrir la pasión de las páginas escritas. Ya lo hicieron con Juan Cruz Ruiz, con lo que aún le queda por decir y contar: menos mal que el periodista ha recalado en otro medio de comunicación, volviendo a sus orígenes; no todo se ha perdido. Por lo menos aún le seguimos la pista.
“Algunos sabios” parecen encaminarse derechitos a la nada.
Juan FERRERA GIL
































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