
El Rancho de Ánimas de Tiscamanita cuenta con más de dos siglos de antigüedad y es el único que mantiene su actividad de manera ininterrumpida en Fuerteventura. Como ocurre con todo el patrimonio inmaterial de una comunidad, la supervivencia no ha sido nada fácil y tiene nombre y apellidos.
"En los doce ranchos que todavía perviven en el Archipiélago, su supervivencia es fruto de una serie de circunstancias que las han salvado, al igual que al mencionado colectivo, de desaparecer"
Al conjunto de Tiscamanita no le afectó la emigración, porque siempre se garantizó el relevo. También ha sido decisivo el amor que el pueblo ha tenido por conservar sus tradiciones. Por ello, también se ha recuperado y conservado la memoria de Manuel Velázquez Cabrera, ilustre majorero considerado uno de los padres de los Cabildos Insulares, nacido en el pueblo".
A pesar de la labor de Manuel Velázquez y del empeño del pueblo de Tiscamanita, lo cierto es que el Rancho estuvo inactivo una década del siglo pasado (1978-1988). Sin embargo, un grupo de jóvenes lograron rescatarlo, recuperando algunos componentes antiguos y las letras, melodías e instrumentos del grupo original".
Inalterado también es el ritual que mantiene vivo el Rancho de Ánimas en su deambular por las calles de Tiscamanita. La salida de la comitiva, que se mantiene desde tiempo inmemorial el día 7 de diciembre, víspera de la Inmaculada, por lo que se le conoce como Rancho de la Inmaculada, "consiste en recorrer las casas del pueblo tocando y cantando en ellas, con el agasajo de la vecindad, que les brinda bebida y comida"
Entre los aspectos curiosos de esta antigua procesión, hay que destacar varios aspectos; antes se recorría el pueblo completo a lo largo de toda la noche y se terminaba en la misa o función del día de la fiesta. Hoy, al ser el pueblo tan largo, se hace en dos zonas, alternando cada año. No se visitan todas las casas, sino aquellas que lo piden o lo acuerdan.
El Rancho dice: "Con las puertas abiertas y la luz encendida, así es como se recibe a la Virgen María", describe el teólogo acerca del desarrollo del antiguo ritual.
Quizá el ritual más antiguo y llamativo es que cuando se llega a una casa determinada, y el Mayordomo pregunta: "¿Aquí se canta o se reza?" Y según conteste la vecina dueña de la casa, se canta una canción o se reza una oración.
Esto ocurre, porque a veces hay algún luto reciente y la familia no ve bien que se cante. En algunos casos, la vecina dice: "Aquí se canta y se reza". "Y el Rancho hace las dos cosas”.
A pesar de su larga pervivencia, casi ininterrumpida en el tiempo, el Rancho de Ánimas de Tiscamanita ha sufrido una profunda transformación desde su nacimiento, en época del obispo Verdugo. Nació como Cofradía de Ánimas en la parroquia de Tuineje en 1800.
Hacia 1878, ya empieza a llamarse Rancho de Ánimas y no Cofradía, y cambia de estar centrado en la parroquia de Tuineje a estar vinculado con la ermita de Tiscamanita. Y también empieza a centrar sus intervenciones en torno a la Virgen Inmaculada (copatrona de Tiscamanita) y no en las ánimas. En momentos determinados, incluso se llamaba Rancho de la Purísima.
La realidad es que el caso de Tiscamanita es una de las escasas excepciones que se han dado en Canarias con respecto a estas tradiciones que, desgraciadamente, han ido desapareciendo de manera progresiva o transformándose de forma distinta en cada caso.
Los tres ranchos que se conservan de Gran Canaria, por ejemplo, siguen manteniendo la referencia original a los difuntos, aunque también cantan en Navidad.
Los 7 de Lanzarote y el de Tetir se han transformado en ranchos de pascua, que cantan solo la Navidad y el Rancho de Tiscamanita ha sufrido una evolución original, transformándose en un rancho de la Inmaculada".
El Rancho de Ánimas de Tiscamanita recibió en pasadas fechas de este mes de diciembre, un reconocimiento por su trayectoria, organizado por la Asociación de Vecinos El Tabaibe, con la participación del Cabildo de Fuerteventura que ha descubierto la escultura del artista Amancio González que rinde homenaje a esta agrupación.
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