Educación infantil

Normas y límites en la crianza

Límites, los necesarios. Normas, las imprescindibles.

Haridian Suárez Vega Miércoles, 27 de Diciembre de 2023 Tiempo de lectura:

El establecimiento de normas y límites en el contexto familiar supone uno de los factores de protección más significativos para reducir la probabilidad de aparición de conductas de riesgo, tanto en la infancia como en la adolescencia.

 

Como padres sabemos que nuestros hijos deben tener normas y límites a los que atenerse. Pero, ¿realmente somos capaces de distinguir las diferencias entre unas y otros? Entender qué son normas y qué son límites es el punto de partida para conseguir que los niños los entiendan y, lo que es más importante, que los cumplan.

 

En general, todos los papis y mamis comparten la preocupación por conseguir tener unas normas y límites claros en casa sin que sean objeto de fuente de conflicto permanente en la relación con sus hijos.

 

Coge papel y lápiz y escribe las normas y límites que hayan establecido en casa, especialmente aquellas pensadas para los pequeños de la casa. Haz dos columnas: la de normas y la de límites.

 

Me imagino que en esta lista habrán aparecido frases similares a los siguientes ejemplos:

 

Hay que lavarse los dientes

Hay que recoger la mesa antes de ir a jugar

No se pega

Durante la semana no se ve la tele

No se cruza solo la carretera

Siempre hay que ponerse el cinturón de seguridad

 

Obviamente, según sea la edad de tu hijo estas afirmaciones irán variando, en función tanto de su autonomía como de las responsabilidades que haya ido asumiendo.

 

La cuestión es, ¿cuáles de estas son normas y cuáles límites? ¿Y cómo debemos aplicar cada una?

 

Podríamos definir los límites como aquellas líneas rojas que nunca, nunca dejaremos que nuestros hijos crucen. Normalmente son aquellas advertencias y/o prohibiciones que están directamente relacionadas con la seguridad de los más pequeños; y, por lo tanto, su cumplimiento es innegociable.

 

Volviendo a los ejemplos anteriores, ¿cuáles dirías tú que serían los límites?…

 

Fundamentalmente, “No se pega”, “no se cruza solo” y “siempre hay que ponerse el cinturón de seguridad” serían esas reglas innegociables que nuestros hijos siempre han de cumplir; ya que, de no hacerlo, podrían hacerse daño o hacérselo a otros.

 

Con estos límites no debe haber lugar a duda; no cabe discusión alguna en torno a ellos. Se fija por su propia seguridad y han de cumplirse siempre, siempre, siempre, sin excepción posible. Es importante que se los transmitamos, siempre explicándoles los motivos en la medida de lo posible en función de su edad y madurez de forma clara y concisa.

 

Al referirnos a normas hablamos de aquellas pautas de conducta que se establecen para conseguir una dinámica familiar ordenada y una convivencia positiva. En contraposición con los límites, diríamos que están por debajo en cuanto a la rigidez de cumplimiento. Es decir, podrían ser negociables.

 

Volviendo a los ejemplos anteriores… Sabemos que hay que lavarse los dientes: es una norma que afecta a la enseñanza del autocuidado y la higiene; pero también somos conscientes que si un día viene rendido en el coche de vuelta a casa, quizás puede ir derecho a la cama sin que se caiga el mundo.

 

El sentido común es la respuesta a la hora de establecer normas. Y en la negociación de las excepciones que puedan surgir, haremos un ejercicio de escucha familiar, atendiendo tanto a los sentimientos, necesidades y opiniones de nuestro hijo, como él a nuestras explicaciones sobre por qué sí o no procede cambiar la norma establecida.

 

Límites, los necesarios. Normas, las imprescindibles.

 

Los límites y las normas son fundamentales porque:

 

• Otorgan a los hijos sentimientos de seguridad y protección.

• Los hijos van creando sus propios referentes y van adquiriendo unas pautas de lo que es y no es válido, lo cual les ayudará a ir conformando su propia escala de valores.

• Ayudan a lograr una convivencia más organizada y promueven el sentido del respeto hacia los demás y hacia uno mismo.

• Preparan a los hijos para la vida en una sociedad que se rige por restricciones y obligaciones, que deberán aprender a cumplir, por el bien de todos.

• Les ayudan a desarrollar, de forma progresiva, la tolerancia a la frustración, es decir la capacidad para poder asimilar el sentimiento de frustración que provocará el hecho de que no siempre les salgan las cosas como les gustaría.

 

La ausencia de límites tiene consecuencias negativas en el desarrollo del niño. La falta de límites puede hacer que un niño sienta inseguridad y ansiedad. Además, pueden tener comportamientos no adecuados por la confusión o falta de estructura en la disciplina. De hecho, si no se les enseña a asumir responsabilidad por sus actos, los niños pueden tener dificultad en su autorregulación, toma de decisiones y compromiso. Sin límites, los niños pueden tener dificultades para entender los límites personales de los demás y pueden tener falta de respeto hacia el prójimo o, desafiar a la autoridad.

 

Asimismo, para poner límites y normas se debe tener en cuenta distintos aspectos: la edad cronológica del niño, el nivel de madurez que tiene, sus capacidades y la situación familiar.

 

Pero, ¿cómo lograr que los niños puedan aprender de una manera adecuada las normas y los límites?

 

• Los mensajes deben ser concretos. Establece límites claros que sean comprensibles para tu hijo según su edad y su nivel de desarrollo. No vale con decir “pórtate bien”, sino explicar qué conductas son esas que queremos que tengan (los pies fuera del sofá, hablar sin gritar, mantener la habitación ordenada…). Necesitamos explicar primero qué significa eso de “bien”.

• Mejor en frases positivas. Los niños responden mejor a normas y límites que se expresan de forma afirmativa en lugar de negativa. Disciplinar utilizando frases en positivo puede ser una estrategia efectiva, ya que nos centramos en comunicar lo que esperamos del niño en vez de enfocarnos en lo negativo. En lugar de decirles que “no chillen”, podemos pedirles que hablen en voz más baja o más tranquila, en vez de explicarles únicamente que no se debe pegar, podemos hablarles de que hay que tratar con respeto y cariño al resto de niños. • De forma firme y tranquila. Se debe elegir el momento adecuado para explicarles las normas por las que no están actuando conforme a lo que queremos. Es mejor hacerlo de forma tranquila, pero estableciendo un tono algo serio, amoroso y no negociable.

• Dar alternativas o, incluso, negociar dentro de lo que consideremos.
 

Debemos tener claro que si nuestros hijos no se plantearan desafiar los límites y normas impuestos serían niños que están creciendo sin capacidad de crítica, sin capacidad de negociación, sin capacidad de cuestionamiento. Si pretendemos que hagan lo que queremos simplemente porque somos sus padres y “porque lo digo yo y punto” estamos mermando una parte importante en su desarrollo. Por eso, deben entender que los límites son necesarios (entenderlo, no sólo cumplirlo) y que las normas son negociables (porque la vida es flexibilidad y además ellos tienen su argumentación, sus necesidades y sus propias razones que pueden ser totalmente válidas y validadas).

 

Límites, los necesarios. Normas, las imprescindibles.

 

Haridian Suárez

Trabajadora social y educadora de disciplina positiva para las familias

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