
El Colectivo Turcón-Ecologistas en Acción continúa con su programa anual de visitas a los espacios culturales de la Isla. Con el objetivo de concienciar, enseñar e informar de los grandes valores que tiene nuestro territorio, algunos muy cerca de donde vivimos.
El Mayorazgo de Francisco Amoreto Manrique, Capitán, Regidor Perpetuo y Familiar del Santo Oficio, fundado el 17 de marzo de 1669, al que se realizaron agregaciones de bienes y del título Conde de Vega Grande de Guadalupe, era el máximo propietario pues decía tener en este lugar la siguiente propiedad:
«Finca de tierras labradías, “arrife” y parte montañosa con casa habitación del dueño, casas de colonos, bodegas, lagar, establo, gañanías, pozos, estanques y un túnel por donde se conducen las aguas del Barranco de Telde, denominada “Hacienda de Jinámar”» de quinientas cuarenta y siete fanegas y once celemines, y «Cortijo de tierras labradías y “arrifes” con casas para colonos y otros accesorios, denominada de “Juan Gallegos” en Jinámar» de setenta y ocho fanegas y un celemín (SUÁREZ GRIMÓN, V.J.: La propiedad pública, vinculada y eclesiástica en Gran Canaria, en la crisis del antiguo régimen, Las Palmas de GC, 1987).
A mitad de camino entre la Iglesia Parroquial y las negras arenas de la playa de Bocabarranco de Jinámar, conocida por playa de la Condesa, existe un conjunto de edificios que reciben la denominación común de Casa de la Condesa, aunque realmente se trata de varias construcciones, unas domésticas y otras dedicadas a usos varios derivados de las labores ganaderas y agrícolas, que tuvieron como marco la gran finca del Valle de Jinámar hasta principios de los años setenta del pasado siglo XX.
La finca en cuestión fue desde siempre la principal y más extensa propiedad agraria del lugar. Situada en el valle, recorrida de oeste a este por el Barranco de Las Goteras, sus tierras llanas y fértiles fueron testigo de los más variados cultivos, que se fueron sucediendo a lo largo de los últimos cinco siglos, en función de la demanda de la época.
En 1850, el condado de la Vega Grande construye en su hacienda el pozo con un extraordinario artilugio de elevación de aguas, que es llamado popularmente la «Noria de Jinámar». La mal llamada noria, es un malacate que, accionado por la fuerza de los animales, movía un cuerpo de cigüeñales y vástagos que tiraban de tres bombas de pistón, ubicadas en una torre de cantería de planta octagonal levantada sobre el pozo.
FUENTE TEXTO Humberto Pérez
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