Ruidos
El ruido, con carácter general, impide cualquier forma de comunicación. Siempre que se produce, la información llega distorsionada. Nunca es un buen método para el logro del objetivo, porque cualquier intento para hacerlo se ve impedido por la reiterada intrusión de sonidos inconexos y sin sentido. Es probable que se haga por un interés espurio, dirigido a impedir el curso de los acontecimientos cuando estos son contrarios a la conveniencia de quienes así actúan. En esa ruidosa intromisión cabe todo, aunque normalmente se usen elementos cuya probada eficacia los hace útiles para alcanzar los objetivos planteados. Muchos son los ejemplos que nos recuerdan sobre los factores que se han ido evidenciando como válidos para la consecución de aquellos.
La experiencia nos ha ido enseñando, a lo largo de los distintos momentos del devenir democrático, sobre cuáles son los tiempos más susceptibles para que se ponga en marcha la maquinaria de dispersar el ruidoso mensaje a lo largo y ancho del espacio donde importa alcance ese entorpecedor y superlativo pregón. Con cierta aproximación, aunque se alcance algún nivel de escasez, se pueden ir desgranando situaciones en las que, por ser contrario a sus intereses, el ruido ha tronado sin tregua. En todos los casos, por no ser del agrado de quienes detestan todo avance (no en vano se tildan de conservadores), sus lamentables y sonoras detonaciones (quizá por eso hablan de la ruptura de España) se escuchan en todo el orbe. No en vano, cuando el ruido interno les resulta escaso, se van a las instituciones europeas a continuar con la salmodia, alcanzando situaciones rayanas en el ridículo. Dejando en evidencia el consabido patriotismo del que hacen gala, pues no se defiende la patria yendo al extranjero a hablar mal de la patria. Llevado a lo doméstico, es como cuando vas a criticar el funcionamiento de tu casa en la del vecino.
Cuando, allá por los inicios de la democracia, se tramitaba la ley del divorcio (nada nuevo en España, salvo el ingrato paréntesis de la dictadura franquista), quienes después disfrutaron de ella, se volcaron en un permanente vociferar desglosando los males que acaecerían con la entrada en vigor de tal derecho. Porque, en muchas de las ocasiones, se trata de avanzar en derechos (ellos son conservadores de derechas), es decir, en cuestiones que están ahí para que sean usadas por quienes tengan necesidad de ello, a nadie se le impone obligación alguna. Está claro, en muchas de las ocasiones tales avances colisionan con mandatos eclesiásticos y, cómo no, pretenden que continuemos siendo la última reserva espiritual del occidente. Como si fuese obligado permanecer bajo la égida de la iglesia católica. Idénticas situaciones se han dado con otras leyes, que reconocen derechos contrarios a los dogmas establecidos por aquella: sea el matrimonio igualitario, la muerte digna, etc., en todos los casos asoma el fenómeno de que todo el mundo ha de pensar como ellos, siguiendo las mismas creencias que ellos, como si fuese norma de obligado cumplimiento. No saben que (o no quieren), a pesar de lo que diga la presidenta de Madrid, la Constitución garantiza la aconfesionalidad del Estado.
A veces considero, por los acontecimientos que se vienen dando, que todo es fruto de la falta de iniciativa, si no en todo sí en una parte sustancial de sus cruzadas (ahora la del rosario en plena calle, como si no tuviesen sus espacios reservados y protegidos para sus cultos), porque no puede darse la circunstancia de estar en desacuerdo con cualquier tipo de avance o cambio que se pretenda implementar. Cuando nos vamos a la cotidianeidad de la actividad política, comprobamos cómo los hechos ponen en evidencia ese afán por el ruido y la inflamación del entorno. Centrémonos en los cambios en las portavocías del Congreso por parte del PP, no buscan más que eso. Basta con acercarnos al perfil de quienes se incorporan a las mismas: Tellado, Álvarez de Toledo y Hernando, un trío de picas. En todos los casos, como no puede ser de otro modo, ponen en evidencia la moderación de quien preside el PP, de momento. Que el ruido del Congreso se va a incrementar en muchos decibelios, no debe causarnos duda alguna.
A todo lo anterior, tampoco son novedosos, se le suma la incorporación de la calle. Por si el ruido fuese escaso, como si no se tuviese suficiente con las vigilias amenizadas por rosarios de Ferraz; ahora, fin de semana sí, fin de semana también, hacen acopio de sus gentes y las llevan a la calle a poner en evidencia lo mal que les sentó que Núñez no lograse residir en la Moncloa. Eso sí, lo adornan con el «desacuerdo de la mayoría de españoles» con el hecho de que Sánchez lograse la mayoría parlamentaria para gobernar. Dicho de otro modo, que ese no fuese un logro de Núñez. Pues eso, que tendremos manifestaciones con personas traídas de toda la geografía española, por distintos medios de transporte. No es la primera ocasión, ni será la última, que se manifiestan en la vía pública.
Aznar, en relación con la situación actual se expresó en los siguientes términos «El que pueda hacer, que haga, el que pueda aportar, que aporte, el que se pueda mover, que se mueva», y por lo que se ha puesto en evidencia, cada cual recibió el mensaje y se puso a la tarea. Sobre todo, porque según este señor, que encontró (en su imaginario no en la realidad) armas de destrucción masiva en Iraq, el actual presidente, ya investido por el Congreso, es «un peligro para la democracia constitucional española», que no sé a qué responde añadir lo de constitucional a lo de democracia, como si ambas cuestiones fuesen independientes y él, en su máximo conocimiento, tuviese que enfatizar para el resto de los mortales, no tan conocedores como él. Sí, se trata también de ruido. Quizá, porque él sólo puede hacer eso: ruido. Y ya sabemos, cuanto más ruido menos nueces.
Leonilo Molina Ramírez






























Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.60