¿Castigo o consecuencia?

...tenemos una mochila de experiencias que nos llevan a repetir patrones que hemos vivido en nuestra infancia y que hemos interiorizado como la única opción para educar a nuestros hijos.

Harídian Suárez Miércoles, 29 de Noviembre de 2023 Tiempo de lectura:
¿Castigo o consecuencia?¿Castigo o consecuencia?

Cada vez somos más las familias que interiorizamos que no queremos educar a nuestros hijos con castigos, amenazas, gritos y chantajes, y que estos tienen consecuencias nefastas para ellos. La ciencia ya nos ha demostrado que los castigos no son métodos educativos eficaces a largo plazo y, aunque sabemos que no queremos hacerlo, a veces no sabemos cómo gestionar momentos complejos en la crianza y educación de nuestros pequeños.

 

Se tiende a pensar que una crianza sin castigos está libre de normas, de límites y de consecuencias. No es así.

 

Pero, ¿qué podemos hacer para educar a nuestros hijos sin utilizar castigos?

 

En muchas ocasiones es un gran dilema porque tenemos una mochila de experiencias que nos llevan a repetir patrones que hemos vivido en nuestra infancia y que hemos interiorizado como la única opción para educar a nuestros hijos.

 

Además, como no vivimos solos en el mundo, cuando intentamos educar a nuestros pequeños de una forma diferente siempre terminamos escuchando a algún familiar, amigo, vecino o “persona que pasa por la calle” decirnos cosas del tipo “este niño te está tomando el pelo”, “ahora como los padres son tan modernos…. pero este niño pide a gritos un cachete”, “con dos tortas en el culo se le iban todas las tonterías”, “este niño no te respeta, prepárate cuando tenga quince años”… frases lapidarias que nos hacen sentir inseguros y que nos planteemos si nuestra maternidad o paternidad la estamos asumiendo de forma responsable o estamos siendo muy permisivos con nuestros hijos…

 

Dice Jane Nelsen:

 

“¿de dónde hemos sacado la loca idea de que para que un niño se comporte mejor primero tenemos que hacer que se sienta peor?”

 

Y lleva toda la razón.

 

Así que ha llegado el momento de explicar varios conceptos para ayudarnos a elegir cuál es la forma en la que queremos educar a nuestros hijos, desde la información y no los prejuicios o las historias de nuestra infancia.

 

El castigo hace referencia a una sanción que pretende penalizar una mala conducta. El castigo ha sido la base de estilos educativos autoritarios y generalmente utiliza elementos de valor para el niño, -retirada de actividades de su agrado, objetos, juguetes, restricciones de ocio o socialización, etc…- como forma de condicionar esa acción para evitar así su repetición en el futuro. La frase coloquial que recoge este método correctivo ya es explícita: “Le doy donde más le duele para que aprenda”.

 

La aplicación de castigos es frecuentemente percibida por el niño como un acto injusto, genera mucha ira, empeora la relación con el adulto y daña su autoestima. Otro hecho por lo que no es recomendable su uso, es que el contenido del castigo no suele estar relacionado con la conducta inadecuada. Por ejemplo, si mi hijo pega a su hermano, se queda sin ver dibujos. ¿Qué tiene que ver pegar con ver dibujos? En este caso lo más probable es que lo que aprenda el menor sea a no ser “pillado” por el adulto.

 

El castigo además no enseña habilidades para que no se vuelva a repetir.

 

Los castigos no son educativos, solo punitivos. Cuando castigamos, lo que buscamos es que alguien “pague” por lo que hizo, pero no le enseñamos por qué no debe hacerlo ni cómo debe hacerlo la próxima vez que esté en esa situación.

 

Las consecuencias, en cambio, son el resultado natural del comportamiento. Por tanto, el niño aprende que ante conductas positivas logrará resultados positivos y, por contra, las conductas inadecuadas conllevan resultados negativos.

 

La importancia de aplicar consecuencias es que permiten que el niño aprenda con sus errores la resolución de situaciones y, todo ello, sin perderle el respeto y sin dañar su autoestima.

 

Por ejemplo: nos habremos encontrado en esta situación. Les decimos a nuestros hijos: “Cariño, ¿puedes recoger tu habitación?” Pasa un tiempo y vemos que no lo ha hecho. O incluso se lo hemos repetido mil veces y no nos ha hecho caso. ¿Cómo podemos actuar los adultos para que vayan aprendiendo que tienen que hacer sus tareas sin imponerles castigos?

 

Podemos explicarles que, al no haber hecho la tarea que tenían pendiente, se les ha acabado el tiempo para hacer la tarea siguiente que tenían muchas más ganas de hacer (jugar, leer, ver la tele…):

 

“…cuando hay que hacer una tarea y no la haces, ¿sabes lo que pasa? Que luego no nos queda tiempo para jugar, para poner la tele, para hacer algo juntos”.

 

De esta manera, no se trata de “como no me has obedecido, te quedas sin la Tablet”, sino que es una consecuencia lógica por usar su tiempo de juego y de diversión en negarse a hacer las tareas:

 

“… hemos usado todo el tiempo esperando a que recogieras la habitación y hoy no podremos jugar con la Tablet porque ya es la hora de dormir”.

 

Estos ejemplos nos dejan claro que... cuando castigamos imponemos, cuando introducimos consecuencias educamos.

 

Todo se resume en que en la vida no hay premios ni castigos, sino consecuencias lógicas de unos actos que a veces irán en un sentido y otras en otro.

Comentar esta noticia

Normas de participación

Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.

Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.

La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad

Normas de Participación

Política de privacidad

Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.120

Todavía no hay comentarios

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.