Amor salvaje

Quico Espino

 

Mi amiga Mary Carmen ha estado de viaje por Sudáfrica, una aventura maravillosa, según me dijo al volver, y me envió un montón de fotos, como ésta en la que ella aparece con un sombrero típico de Lesoto:

 

[Img #12229]

 

Como algo excepcional me contó una historia muy curiosa, que había escuchado en uno de los parques nacionales que visitó,  relacionada con una jirafa, la cual tuvo que andar unos trescientos kilómetros, salvando serios peligros, para reencontrarse con su pareja.
 
Voy a intentar reconstruir dicha historia utilizando las fotos que me mandó, entre las que hay varias de jirafas, como la que encabeza este artículo, que será la protagonista absoluta del relato.
 
Se hallaban juntos, desayunando hojas y flores de acacia, cuando él sintió que le echaban una red por encima y luego, en un camión, junto a otros miembros de su especie, abatido, con su enorme corazón desalentado, lo trasladaron al sur del parque Kruger, el más grande de los veintiún parques nacionales que hay en Sudáfrica, donde los cazadores furtivos habían matado a más de veinte jirafas y donde, nada más llegar, cariacontecido, añoró la compañía de su amada.
 
Desanimado, anduvo todo el día lamentándose, sin comer ni beber, evocando los innumerables momentos felices que había vivido con su pareja, y ya estaba cayendo la tarde cuando levantó la cabeza para contemplar el color del cielo con el sol poniente:
 
 
[Img #12228]
 
Fue entonces cuando decidió que volvería al norte. Se había fijado, a pesar de su abatimiento, en el camino que había de seguir, y, si no caía en las garras de los depredadores, no tardaría mucho en recorrer el trayecto que lo separaba de su compañera.
 
Como la noche estaba cerrada y le impedía ubicarse, esperó al amanecer del día siguiente para emprender el viaje. Antes que nada se acercó a una acacia para comer y recuperar fuerzas:
 
[Img #12231]
 
 
Luego sintió la necesidad de beber, lo cual le preocupaba, pues era el momento en el que se sentía más vulnerable ante cualquier ataque, ya que tenía que separar mucho las patas, más cortas que su cuello, para poder acercar la boca al agua. Buscando un abrevadero  se tropezó con una manada de elefantes, que lo miraron extrañados y luego lo espantaron con gritos.
 
 
[Img #12232]
 
Huyendo de los elefantes se encontró con una cascada alta que formaba una laguna, no muy lejos del mar,
 
 
[Img #12233]
 
 
…donde se dispuso a saciar su sed.

Estaba bebiendo cuando las vibraciones del agua lo alertaron y paró de inmediato, cobrando enseguida su pose habitual, dispuesto a salir huyendo, que fue lo que hizo según afloró a la superficie, de manera sigilosa, el hipopótamo que lo estaba acechando:
 
 
[Img #12234]
 
 
El suyo no era un viaje de aventuras sino una odisea que podría tener un final trágico para él, por lo que debía estar alerta en todo momento. Por suerte, a lo largo de su recorrido, que duró cuatro días, no se topó con muchas fieras salvajes. Sólo fue atacado por un leopardo,
 
 
[Img #12235]
 
… que llevaba tiempo vigilándolo y que aprovechó la noche para embestirlo, pero él se defendió propinándole una patada que hizo retroceder al felino.

 

Una leona, echada, satisfecha, con el estómago lleno al parecer, lo vio pasar y no hizo ningún amago de atacarlo.

 

[Img #12236]

 

Sí lo hizo un rinoceronte, empitonado él,

 

[Img #12237]

 

… que sintió que su territorio había sido invadido por un extraño y que lo persiguió hasta perderlo de vista.

 

Cansado después de tanto tiempo caminando y corriendo, el protagonista de esta historia se quedó dormido. Durmió dos horas seguidas, cosa extraña entre las jirafas, y soñó que se encontraba con su amada debajo de una acacia, donde lo estaba esperando, y que lo miró con ternura cuando él apareció:

 

[Img #12238]

 

Y su sueño se hizo realidad. 
 

Me encantó la historia que me contó mi amiga. Me dio mucha pena que separaran a la pareja, teniendo en cuenta la bonita relación que había entre ellos y, de hecho, cuando nuestro personaje se encontró con las cebras durante su viaje de vuelta,

 

[Img #12239]

 

…. me dieron ganas de pintar un mágico paso cebra que atravesara el parque Kruger de norte a sur para que la jirafa lo cruzara, sin miedo y sin preocupaciones, y se encontrara con su pareja en un abrir y cerrar de ojos.

 

Texto: Quico Espino

Fotos: Mary Carmen Saavedra Pérez

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